Qué grande es el fútbol, cómo pulsa las cuerdas más escondidas del corazón arrancándonos notas desconocidas. España, Rusia, final, no hay otras palabras (sí la hay: Alemania) en el idioma, no hay frase que recorra los bares, mercados, las aceras y los taxis donde estas sílabas no se repitan una vez y otra como un mágico ensalmo.
Gracias al hechizo del fútbol el mundo es perfecto y todo lo que ayer nos parecía desastre se reduce a pequeños defectos sin importancia: la crisis, las hipotecas asesinas, el petróleo que vuela, el bolsillo que se encoge. Qué lejos se ve todo ello ahora que once multimillonarios han llegado a la final. Qué felicidad.