Jesús Navas y Beñat. (Marcamedia)
Aquello de que los duelos de la máxima rivalidad son de pocos goles, escasamente vistosos y de tanto miedo a perder que la emoción está por encima de su calidad futbolística ha pasado a mejor vida. Los derbis, al menos los vividos esta temporada, ya no son lo que eran. Los dos equipos han demostrado que, con sus virtudes y defectos, tienen orgullo y son valientes. Antes de que tú me marques voy a intentarlo yo, así que..., podrían decir.
Esta temporada, Sevilla y Betis, Betis y Sevilla, han hecho que el fútbol de días y horarios intempestivos, de estadios medio vacíos y de errores arbitrales que siempre perjudican y benefician a los mismos abra un paréntesis cuando ellos se enfrentan. Lo demostraron meses atrás en el Sánchez-Pizjuán, donde la victoria sonrió al Sevilla, y volvieron a hacerlo ayer en el Benito Villamarín, donde el equipo de Unai Emery dejó escapar un partido que quizá habría ganado el de Pepe Mel si hubiese durado diez minutos más.
Doce goles en dos partidos vienen a dar una idea de que los derbis, al menos los de ahora, ya no son lo que eran. Para unos y otros, muchos de esos goles tuvieron sabor a derrota. Pero quizá esto sea lo de menos. Lo importante es que con partidos como el de ayer, aquellos aficionados que no pueden ir al fútbol por culpa de los horarios, por culpa de los precios o por cualquier otro motivo, pueden decir que los derbis siguen siendo un buen motivo para seguir teniendo ganas de ir al campo. Ayer fue todo un espectáculo.
