Cofradías

Pálpitos acelerados en Triana

La filial sevillana con 200 años de historia se despide del barrio con prisas por el rodeo previsto en Castilleja por unas obras

el 15 may 2013 / 22:29 h.

Fotogalerías: Salida de Triana, Salida de El Cerro, Saludo de la Macarena al Gran Poder, Camas por el Vado de Quema, Alcalá de Guadaíra, Gines, Huévar y Bormujos.   Salida de la Hermandad del Rocío de Triana. Foto: J. M. Espino (Atese) Salida de la Hermandad del Rocío de Triana. Foto: J. M. Espino (Atese) Nada pudo con la alegría de sentirse rociero bicentenario. Ni la rapidez con la que hubo que salir del barrio, ni la llovizna que les recibió antes de llegar a Castilleja de la Cuesta, ni el desvío que tuvieron que dar en este municipio para sortear la obra de un tramo de la calle Real. Triana es Triana y aquí hablar de Rocío es hablar de 200 años de devoción sincera a la Blanca Paloma. Por ello, todos comprendieron que los saludos a las hermandades del viajo arrabal fueran más cortos y que las primeras bullas ante el Simpecado –con sevillanas incluidas– se postergaran a la zona de Chapina para dejar despejada la delantera a Pataleto y Mimoso, los astados encargados de sacar la carreta de la ciudad. “Nos vamos más ligeros con el dolor de nuestro corazón. No corremos porque queramos huir, sino porque ahora tenemos que callejear al llegar a Castilleja”, reconocía Ignacio Sabater, prioste de la hermandad trianera que ayer por la mañana puso rumbo al Rocío. La partida fue rápida, más de lo habitual. Minutos antes de las ocho y media de la mañana, el Simpecado con la Virgen chiquita asomaba a una calle Evangelista con un público justo. El alcalde, invitado por la nueva junta de gobierno de Ángel Rivas, del grupo Siempre Así, tuvo el honor de sacarlo. Zoido agradeció este gesto y resaltó el perfil de los romeros de la Cava: “Es un día muy especial en el barrio de Triana, pues la hermandad se ha convertido en un referente rociero a través de estos 200 años de historia. Además ha sabido aunar tradición y compromiso social”. Junto al delegado de Fiestas Mayores, Gregorio Serrano, despidió la colorida comitiva en Pagés del Corro, no sin antes recordar que el sábado estará en la presentación a la Virgen. Mientras, en lo alto del caballo, Ángel Rivas recibía las felicitaciones de los trianeros al haber aterrizado hace muy poco en el cargo de hermano mayor. Abajo, tras la carreta, miles de peregrinos se iban sumando en su discurrir por la calle San Jacinto. Entre ellos iban los Ligueritos de Triana, que habían empezado el camino horas antes: “Vengo andando desde Pino Montano. Me gusta entrar siempre por el puente de Triana y rezar antes a la Virgen del Carmen de la capillita, a la que le he dicho que mande el agua para los barcos. A ver si nos hace caso”, confesó Manolo, que, junto a Daniel y Marcelo, portaban varas de romero, sombreros, dos medallas al cuello –la de la hermandad y la del bicentenario fundacional– y una mochila a la espalda para todo el camino: “Llevamos más de 30 años peregrinando así, y siempre venimos como si fuera el primer día. Lejos de los que critican a los rocieros, a nosotros nos mueve la fe”, aclaró Daniel mientras revivía momentos de otros años con José Luis, maestro del tiro de bueyes con más solera: “Es un orgullo llevar este Simpecado. Ahora, también hay nervios”. Pero para nervioso, los de Ángela, que, vestida de flamenca, lloraba a moco tendido al contemplar a la Virgen chiquita bañada por los primeros rayos de sol en el Altozano: “Lleva colgando las flores que le recitamos en nuestra salve y que dice así: Eres mata de romero/ lirio marismeño/ ramo de jazmín/ azucena de Triana / tallo de albahaca/ rosa y alhelí”. Un exorno que se completaba con romero y clavellinas de color tinto en las jarras, en clara alusión “a las clavellinas que se crían en los patios de Triana”, como recordó otro de los priostes de la filial más veterana y numerosa de la capital. A las diez menos cuarto, bastante antes de lo habitual, la comitiva compuesta por 29 carriolas de tiro de bueyes –seis menos que en ediciones anteriores– alcanzaba El Cachorro. Empezaba también a haber más gente y comenzaban a escucharse las primeras sevillanas tras las dos salves cantadas en la capilla de la Estrella y La O. Mientras los vehículos de apoyo salían por el puente de la Señorita, la marea verde de Triana buscaba ya la Cuesta del Caracol bajo una leve llovizna. Desde uno de los pisos superiores de la Torre Pelli, varios obreros paraban para contemplar a vista de pájaro una escena a la que más de uno se le antojaba rematar como sigue: “¿Te imaginas una petalá desde la última planta?”

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