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Para los que quieran emocionarse

Lo diré como lo pienso. Hace años, cuando descubrí a Tenneesse Williams, algunas cosas cambiaron. Desde entonces, lo intenté, pero ya no me fue posible mirar con la mismos ojos inocentes...

el 16 sep 2009 / 02:29 h.

Lo diré como lo pienso. Hace años, cuando descubrí a Tenneesse Williams, algunas cosas cambiaron. Desde entonces, lo intenté, pero ya no me fue posible mirar con la mismos ojos inocentes. Leer a Williams consistió en una aventura absorbente, sí, pero, al final, uno tenía que reconocer que era más viejo que al principio. El corazón, por lo menos, había envejecido. Así que, si me preguntasen por qué sus mejores obras siguen emocionando a jóvenes y a viejos, diría sólo esto: porque buscan afanosamente la verdad en el corazón humano. ¿Y a qué joven o a qué viejo no le fascina la verdad y el corazón?

Esta semana acaba de estrenarse en Madrid La noche de la iguana, probablemente la obra más autobiográfica del Williams, si es que "autobiográfico" tiene algún sentido, aplicado a un creador. Recordarán que en su día fue llevada al cine y protagonizada por Ava Gardner, Richard Burton y Deborah Kerr. Vale la pena revisitar el film. El sudor y el deseo, la compasión y la culpa chapotean en la cinta hasta salpicarnos. Todo es fieramente humano y, aunque parte del éxito correspondió a los actores, detrás de todos ellos estaba el gran Tenneesse Williams.

No voy a hacer una crítica de la obra. Quiero sólo estimularles para que corran a buscar algún texto suyo, o alguna película, o que acudan a ver La noche de la iguana. Lo mismo da, pero háganlo. Vuelvan a Un tranvía llamado deseo o La gata sobre el tejado de zinc, y una vocecita interior les dirá: "Yo he pensado esto muchas veces" o "Yo he sentido aquello también", mientras el vello se les eriza y las palabras y sentimiento fluyen, eso parece, de las entrañas del escritor.

¿Qué puede el lector curioso encontrar en cada uno de sus títulos? Emoción en estado puro. Y no deja de resultar curioso, a tenor de los comentarios que se han oído en el estreno de Madrid, lo impresionado que se queda el público. Pasa siempre que uno se atreve con Williams. Es tan verdadero que el resto parece de mentira, como el mundo veloz y urgente que nos ha tocado vivir. Y es que, por mucho que se diga, el mundo de las emociones es el único real. La gente llora, engaña, se compadece y sufre igual que al principio de los tiempos. La crisis no ha venido a cambiar eso.

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