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Paseo del olvido

Ciclistas, patinadores, corredores, pescadores y caminantes llenan cada tarde una orilla abandonada.

el 14 abr 2011 / 05:31 h.

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La dejadez que reina en él contrasta con lo frecuentado que está este paseo fluvial de Torneo que nació en las vísperas de la Expo 92, después de que cayera el muro de esa avenida entonces cochambrosa y marginal y hoy carísima, rumbosa y llena de paisajes de ensueño que se rematan con las puestas de sol tras la Cartuja. Entonces se celebró efusivamente la recuperación del río a la altura de Torneo, pero pasaron los años y la ribera cayó en el olvido. Volvió a ser lo que era: un espacio abandonado a su suerte, aunque vitalidad al cauce nunca le ha faltado, especialmente el tramo que comprende de Barqueta al Alamillo. Un trecho que cada tarde se encuentra a rebosar de gente. Marta Moreno, una bióloga de 46 años, viene cada día al río a caminar. "Pasear por el río me da serenidad", dice.

Arriba, en Torneo el calor es asfixiante. Abajo, junto al agua, una suave brisa invita al paseo. Luna Molero y Francisco Durán son una pareja de patinadores. "Patinar por aquí ayuda a evadirte", señala el joven, educador social. "Lo mejor es que es una zona libre de coches", recalca su compañera. Y mira por dónde que aparece un coche, pero de la Policía Local. "De vez en cuando se les ve por aquí", indica Manuel Acosta, un ingeniero industrial que va montado en bici.

1, 2, 3, 4... 10, 11... 20, y pare usted de contar. Porque resulta imposible llevar el cálculo de la cantidad de bicicletas que transitan por el paseo. Y no se ve ni un solo bicicletero, al igual que ni un banco para descansar, éstas son algunas de las deficiencias de este trecho del río.

"¡Papá, échale más agua a mi tortuga!", grita Irene, una niña de seis años. "Le encanta venir conmigo, yo me relajo y ella se divierte", dice el padre mientras sujeta la caña. "Papá, dile que es tu cumple", dice Irene. "Qué mejor lugar para celebrar mi 35 cumpleaños que este entorno y encima pescando con mi hija", señala Jorge Juan Lobato, que es como se llama el cumpleañero.

Cae la noche pero el río continúa siendo un hervidero de deportistas, aunque también se deja ver algún que otro turista despistado. Es el caso de Hugo De Wulf y su mujer, que, armados con una potente cámara réflex, no dejan, ni por un segundo, de hacer fotos. "Es una zona muy bonita que no viene en la guía. Una suerte que podáis aprovechar el río con este clima. Aunque está descuidado." El matrimonio viene nada más y nada menos que desde Brujas, en Bélgica, y allí canales no faltan, pero calor...

¿Puede el paseo convertirse en un chabolario? La respuesta es sí, y así lo corroboran la veintena de tiendas de campaña asentadas bajo una zona de pinar en el mismo paseo. "Vengo a pasear con mi perro cada día.

Esto se está convirtiendo en un segundo Vacie", relata Pedro Rodríguez, un prejubilado vecino de la zona. De perdidos, al río.

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