Teatro Alameda. 22 de septiembre de 2012. Baile: Anabel Veloso y Alberto Ruiz. Actores: Francisco Caparrós y María Gallardo. Entrada: Aforo casi completo.
A yer, a la entrada del teatro Alameda, la plataforma Actuacción recogía firmas por la cultura. Antes de que el ministro Wert y demás políticos hostiles a las artes y las letras acaben con todo, hay que defenderse. Y sembrar es un modo de hacerlo: si logramos formar a un público, el futuro estará asegurado, por muy malos que vengan los tiempos.
El flamenco necesita esa renovación de los aficionados, y cuanto más temprano se empiece a inculcar su disfrute y su conocimiento, mejor. La compañía de Anabel Veloso, con el simpático montaje Sinfonía fantasmal, trabaja en esa dirección.
Los dos protagonistas se encuentran una orquesta abandonada, en un escenario un poco inquietante, cubierto de polvo y telarañas, e irán perdiendo el miedo conforme van descubriendo los distintos instrumentos musicales. Los chavales disfrutan con la peripecia de esos aventureros mientras asisten a las evoluciones de una pareja de bailarines y aprenden palabras como duende o quejío.
Sin embargo, da la sensación de que los propios artífices de la obra se han dejado llevar por el miedo al flamenco. O el miedo a que el flamenco aburra o intimide al respetable. Por eso todo está muy tamizado por el humor, y se evita casi higiénicamente el cante y la guitarra. Hay que perder ese miedo y potenciar las pedagogías: el público futuro se lo merece.
