Deportes

Pertenece a Jesús... y a Silvio

Del trío de quimeras sobre las que Calderón trepó para encaramarse a la presidencia del Real Madrid, sólo ha cristalizado el fragilísimo Robben. Cesc y Kaká, las otras dos estrellas prometidas, parecen asociadas indisolublemente a su entrenador, el uno, y al club que lo trajo a Europa, el otro.

el 14 sep 2009 / 21:51 h.

Del trío de quimeras sobre las que Calderón trepó para encaramarse a la presidencia del Real Madrid, sólo ha cristalizado el fragilísimo Robben. Cesc y Kaká, las otras dos estrellas prometidas, parecen asociadas indisolublemente a su entrenador, el uno, y al club que lo trajo a Europa, el otro.

Es cierto que en el fútbol, y en la vida, no hay amores eternos. Pero no lo es menos que hay relaciones con apariencia de irrompibles que, finalmente, resultan serlo. O que sólo se rompen cuando el futbolista ya ha dado lo mejor de sí y sólo pretende llenarse (más) el bolsillo en otro lado. Uno de esos jugadores cuya camiseta podría pasar por un tatuaje es Ricardo Izecson Dos Santos Leite (Brasilia, 22-4-1982). Kaká para el siglo.

Muchacho ejemplar formado en el Sao Paulo, donde cultivó una amistad que aún hoy perdura con el madridista Julio Baptista, ya era una pequeña celebridad cuando el Milan lo fichó en el verano de 2003. No en vano, pagó por él más de ocho millones de euros, una minucia comparado con lo que cuestan otros, pero un dinero al fin y al cabo respetable.

Antes de dar el salto a Europa, Kaká ya había adornado su palmarés nada menos que con un título mundial. En efecto, el entonces jugador paulista estuvo entre los 23 brasileños que lograron ganar en Japón 2002, pero su participación se limitó a unos minutillos intrascendentes frente a Costa Rica en la primera fase. En cuanto llegó a Europa y los técnicos brasileños comprobaron que su fútbol se adaptaba a la alta competición, nadie discutió su titularidad en Brasil.

Kaká es uno de esos jugadores a los que hay que ver porque la elegancia de su juego es difícilmente descriptible. Él no necesitó adaptación para triunfar en el siempre difícil calcio. En su primera temporada, actuando como segunda punta por detrás de Shevchenko (otro de sus grandes amigos), marcó diez goles y le dio el scudetto al Milan. Ya entonces, los tifosi milanistas se acostumbraron a leer durante las celebraciones el mensaje escrito en una camiseta interior: "Pertenezco a Jesús".

la frustración de alemania. El Mundial de 2006 hubiera debido ser la gran consagración universal de Kaká, que ya había brillado con Brasil ganando la Copa América 2004 y la Copa Confederaciones 2005.

Sin embargo, el carácter juerguista de los veteranos (Ronaldo, Adriano, Roberto Carlos, Ronaldinho...) convirtió la concentración de la seleçao en un carnaval constante en el que era imposible entrenar. La frustrante eliminación en cuartos de final frente a la Francia de Zidane marcó a Kaká, que entendió que sus técnicos italianos tenían razón: la única vía para triunfar es el trabajo.

La temporada pasada, en la que reinó en la Copa de Europa, el elegante Kaká seguía siendo un futbolista exquisito, pero a su depurada técnica le había añadido muchos kilos de músculo que lo convirtieron en un futbolista imparable. Casi huelga recordar sus exhibiciones en la final de la Champions, en la Supercopa continental o en el Mundialito de clubes, porque están frescas en la memoria y porque han pesado, más que ninguna otra circunstancia, para que se le otorgase el Balón de Oro.

El magnate Silvio Berlusconi recuerda cada vez que le preguntan que tiene contrato hasta 2012 y él asegura que no se moverá de Milan mientras el club lo siga acogiendo. Palabra de devotísimo evangelista.

  • 1