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Poco ambiente, pero fiero

El primer día del juicio congregó a menos gente que nunca, aunque los improperios subieron de tono

el 17 oct 2011 / 20:24 h.

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Un grupo de personas acudió a los juzgados para insultar a los acusados a su entrada al tribunal, ante la atenta vigilancia de varias unidades de policías antidisturbios.

El ansiado juicio por el crimen de Marta del Castillo congregó a pocos curiosos, muchos menos que cualquiera de las veces que los acusados han acudido a los juzgados; apenas una treintena, tras una pancarta con el rostro de Marta y luciendo camisetas con su imagen. Pero, en ausencia de la familia de la joven -que estuvo dentro de la Audiencia-, sus gritos fueron más duros que nunca: a la salida de Javier, María y Samuel corearon frases como "asesinos", "no tan protegidos", "soltadlos aquí", "para qué tanto juicio" y gruesos insultos mientras los tres acusados de encubrir el crimen, que están en libertad con cargos, salían rodeados por una docena de antidisturbios.

Javier y María, cabizbajos; Samuel , en cambio, mirando al frente tras sus gafas de sol, negando con la cabeza al escuchar los insultos y, finalmente, respondiendo a las cámaras con un gesto de su dedo una vez dentro del taxi en el que se fue. También sus abogados recibieron improperios y fueron interpelados con frases como "podría ser tu hija".

Miguel Carcaño, autor confeso del crimen y el único que sigue preso, salió sin que nadie lo viera ni de lejos, porque fue trasladado por dentro del edificio desde la sala del juicio al garaje de la Audiencia. Eso sí, al furgón de la Guardia Civil que debía trasladarlo de vuelta a la cárcel de Morón lo abuchearon a rabiar.

El férreo cordón policial hizo mucho: las vallas no permitían acercarse en muchos metros a la redonda, había media docena de furgonetas de antidisturbios a cada lado de la Audiencia y los policías diseminados por doquier duplicaban la cifra de otras veces, todos ellos muy serios.

Pero también era muy distinta la actitud del público: ni la gente llegó tempranísimo como otras veces -cuando entraron los acusados la única marabunta fue la de la prensa- ni estaban entre ellos los amigos de Marta.

Sí estaban, en cambio, la madre del joven muerto de una puñalada el pasado marzo en la macrobotellona del Charco de la Pava o el conocido como Padre Coraje de Jerez, que persiguió a los delincuentes que mataron a su hijo en una gasolinera y grabó sus conversaciones para demostrar que eran culpables. A él, que bajó a los infiernos de la delincuencia y se saltó todos los trámites legales para lograr esas cintas que luego la Justicia invalidó, debieron de sonarle a broma las quejas del abogado de Javier, que ayer pidió la nulidad de las escuchas telefónicas entre su cliente y Miguel que el juez instructor había autorizado.

El resto del público, hasta sumar unos dos centenares de curiosos, se limitaron a observar sin participar en la algarabía de insultos, que salpicó a abogados -"¿por qué los defendéis?"-, magistrados -"jueces corruptos"- y policías -"se ríen de nosotros y también de vosotros"-. Ni siquiera abordaban a los periodistas para preguntarles sobre el caso, como otras veces.

En gran parte, la atención la centraban las histriónicas idas y venidas de redactores de los programas de televisión en busca de familiares de Marta para entrevistarlos; el movimiento en masa de decenas de periodistas cada vez que alguien salía y la parafernalia en torno a las conexiones en directo que se realizaron durante toda la mañana: buena muestra fue la decena de unidades móviles aparcadas a espaldas del Palacio de Justicia.

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