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Por una justicia moderna

Aunque tarde, lo cierto es que lo evidente y notorio, la verdad cruda y descarnada de la situación de la Justicia española, se ha terminado trasluciendo, haciéndose de ello eco incluso los propios medios de comunicación...

el 15 sep 2009 / 05:43 h.

Aunque tarde, lo cierto es que lo evidente y notorio, la verdad cruda y descarnada de la situación de la Justicia española, se ha terminado trasluciendo, haciéndose de ello eco incluso los propios medios de comunicación, que en un primer momento no tuvieron reparo y pudor en acusar con el dedo implacable de la ignorancia y del juicio no contrastado a los jueces, a los que se acusaba de la falta de eficacia y de los errores estructurales del sistema judicial.

Errores e ineficacia que llevamos arrastrando desde hace años, pero que parece que sólo cobran importancia cuando el gurú invisible y poderoso que maneja los hilos de lo que debe importar a los ciudadanos, tiene a bien destacar algún asunto puntual que termina siendo conocido hasta el extremo de reclamar la atención y tiempo del propio presidente y de volver a suscitar el debate social sobre la cadena perpetua.

Aún recuerdo, quizás también más gente, con terror el caso de Sandra Palo y otras víctimas que no han merecido tratamiento mediático alguno. Al final, resulta que después de indagar y hacer un mínimo trabajo de investigación, se alcanza la conclusión de que los jueces no son los responsables del desaguisado, eso sí después de haber sido públicamente despellejado alguno y cuando se le ha hecho un daño casi irreparable a la imagen del Poder Judicial, imagen que es lo único de lo que podemos seguir estando literalmente orgullosos, pues es lo único que se habría de salvar de las miserias mundanas que ha de capear en el devenir diario de su actuación.

Porque no hay justicia moderna que se precie si no dispone de los recursos y medios que le permitan estar a la altura de los tiempos y del área geográfica en la que vivimos.

Verdad incontestable que lleva declamando una judicatura seria pero mojigata y que pese a tener la sartén por el mango está acostumbrada sólo a recibir sartenazos con actitud estoica de sacrificio.

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