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¡Que viva la fiesta!

La gente de Sevilla, siempre dispuesta. Lanza su brindis. Celebra, con su Feria, la primavera. Un sentimiento desbordado que cita cada año a miles de sevillanos y sevillanas; también, a quienes desde otros lugares acuden al reclamo.

el 15 sep 2009 / 02:49 h.

La gente de Sevilla, siempre dispuesta. Lanza su brindis. Celebra, con su Feria, la primavera. Un sentimiento desbordado que cita cada año a miles de sevillanos y sevillanas; también, a quienes desde otros lugares acuden al reclamo. Para aliviar la sed, por tanta maldita sequía, antes que comiencen los cantes, con la garganta ya casi seca, la tacaña lluvia, que aunque escasa es bien recibida, nos hace un guiño y aprovecha su visita para acallar con sus aguas el polvo que el zapateo ya levanta. Y, desde un lugar de privilegio, presencia cómo con el revolotear de brazos, volantes y palillos, con vistoso colorido, aletea y sale volando todo cuanto lleva dentro el gentío: las tensiones, los deseos, las ganas de vivir cada momento. De giro en giro, de salto en salto. Sevilla se va luciendo. Al ritmo de un jacarandoso soniquete, que resuena en las casetas o de camino por el ferial. Y así, con Música de sevillanas/guirnaldas y farolillos/con acordes de jaranas/cortejan hoy los chiquillos. Es la Feria de Sevilla, un pretexto más para quebrar la rutina, para disfrutar de la vida.

Son estas fiestas un continuo devaneo con la naturaleza, cortejo y lance. Y para esta última la contienda está perdida. La evocación a los olores, las flores, el cielo, el río, la retan permanentemente. Enfrente, la gente. Singulares figuras que ornamentan sus cuerpos para mostrarse hermosa. ¡Qué fuerza la de la vida! ¡Cuánto gozo! La mejor respuesta a una estancia efímera, por excesivamente corta, irrisoria, ciertamente estrafalaria, que entabla una batalla con la naturaleza para mostrarse fuerte. Es una especie de autoengaño vital, mezcla de carpe diem y pensamiento trágico. Disfrutar el momento, porque la vida, mientras sea vida, merece la pena vivirla. Luis de Góngora, reclama su encanto y nos regala un extraordinario soneto: Mientras por competir con tu cabello/oro bruñido al sol relumbra en vano;/mientras con menosprecio en medio el llano/mira tu blanca frente el lilio bello;/mientras a cada labio, por cogello,/siguen más ojos que al clavel temprano;/y mientras triunfa con desdén lozano/del luciente cristal tu gentil cuello/goza cuello, cabello, labio y frente,/antes que lo que fue en tu edad dorada/oro, lilio, clavel, cristal luciente,/no sólo en plata o viola troncada/se vuelva, mas tú y ello juntamente/en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

Así, como en el baile, la vida es seducción y desafío. Incitadora contienda de reglas difusas. Metáforas que pretenden burlar la levedad de nuestro ser. Que consiguen romper las barreras de los inhibidores más resistentes. Aquellos que impiden que broten nuestros deseos más profundos. Es una conjunción perfecta de lo que está en nuestros adentros y el ligero semblante del más prosaico momento. Es simplemente la fiesta. Ese trazo en el aire que aúna dinamismo y vida, desinhibición y deseo. Y que permite que cuando lo interior y lo exterior se unen, comience la danza de la vida. Una profusión de sentimientos y emociones. ¡Que no nos la roben! A disfrutar, ¡qué viva la fiesta!

Doctor en Economía

acore@us.es

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