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Quince años de un platillo inacabado

El 1 de enero de 2000 se inauguró la primera mitad del nuevo coliseo heliopolitano. Un proyecto olvidado, obsoleto y pendiente de la eterna culminación

el 02 ene 2015 / 11:04 h.

foto_01 Estadio Benito Villamarín. Foto: EFE El faraónico proyecto de Manuel Ruiz de Lopera para alzar un nuevo estadio para el Betis continúa hoy siendo un anhelo incompleto que, a ojos del espectador, sigue igual desde la inauguración de la primera mitad del presunto nuevo estadio, hace ahora 15 años. El platillo volante es un recinto a medio hacer que el paso del tiempo se ha encargado de envejecer, pues los cimientos acusan el paso de más de una década tras aquel acto organizado en el que, además, se dio oficialidad al nuevo nombre, acorde al del mandatario de El Fontanal. Dicen algunas fuentes que la historia tuvo su origen tras una decisión de la UEFA en la que obligaba a todos los estadios en los que se disputase competición europea a tener todas las localidades con asiento. Sin embargo, esa sólo fue una mera excusa para justificar el hambre de fama y esplendor del otrora presidente verdiblanco en su promesa más famosa y jamás cumplida. Ahí es cuando el consejo de administración del Real Betis Balompié, encabezado por su presidente y máximo accionista, decidió la voladura del viejo Benito Villamarín. Lopera se puso manos a la obra y acordó con el arquitecto sevillano Antonio González Cordón la redacción del proyecto, con un presupuesto mínimo de 7.000 millones de pesetas y un aforo de 65.000 espectadores sentados. “Un momento histórico del beticismo. Será un verdadero coliseo”, aseguró. Ambos firmaron el contrato del proyecto, que según sus cálculos estaría plenamente concluido en tres años con la instalación de la cubierta. “Tenemos la licencia de derribo del Colegio de Arquitectos y de la Gerencia Municipal de Urbanismo para empezar las obras mañana mismo”, manifestó. “No es una remodelación. Aquí no va a quedar ni una piedra. Todo será nuevo”, prometía Lopera, añadiendo que “en este mismo lugar se construirá el mejor estadio y el más moderno que se ha construido hasta ahora en España”. El arquitecto, por su parte, expresó que sería un recinto “compacto y no vertical. Un espacio con una mística del espectáculo, donde los espectadores estarán muy cerca de los jugadores, casi podrán darles la mano”. A la finalización del encuentro entre el Betis y el Sporting de Gijón del 13 de abril de 1998 comenzó el desmantelamiento de la grada de Gol Norte. Al día siguiente, se procedió a su derribo, dando comienzo la primera fase de demolición. El nuevo Gol Norte se esperaba construido para el 30 de agosto del mismo año. Para los dos compromisos ligueros restantes de aquella campaña (Mallorca y Racing), los aficionados de este graderío tuvieron que ser realojados. Al culminarse el completo derribo del Gol Norte, empezaron las obras de cimentación, teniendo lugar la colocación de la primera piedra a cargo de Curro Romero y bajo la bendición del capellán Ángel Luis Sarmiento. Era un viernes 8 de mayo. Una vez terminada la campaña 1998-99 estaba previsto derribar el Gol Sur, para poder terminarlo en el inicio del período 1999-00, en el que una vez concluido se tiraría la tribuna de Preferencia. Tras problemas surgidos con la empresa constructora, las fechas de ejecución sufrieron un considerable retraso hasta que el 17 de febrero de 1999 se retomaron para el Gol Norte y Fondo. Llegados a ese punto, aquel inicio de año fue un espectáculo. Al acto asistieron más de 20.000 personas y obligó a cortar el tráfico en la Avenida de la Palmera, totalmente colapsada. Hubo hasta fuegos artificiales y un discurso antológico de Lopera. Acudieron políticos representativos de la ciudad, a los que posteriormente Lopera fue atribuyendo uno a uno la responsabilidad de no poder acabar una majestuosa obra que alcanza quince años después una adolescencia sin visos de culminar el eterno remate.

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