Lo que le faltaba al Betis y a la ciudad del Betis era que llegara a hacerse efectiva esa oferta de compra del paquete mayoritario de las acciones del club por un jeque de los Emiratos Árabes. De momento, de la simple noticia de la posibilidad -dada desde el principio con cierta dosis de pintoresquismo- cuelga el hálito de que estaríamos más o menos ante el comienzo de la requeteconquista y, con la rapidez prevista, internet se ha llenado de comentarios racistas, sexistas, homófobos y fascistas para que pueda comprobarse que, efectivamente, el fútbol de nuestros días never walk alone, sino acompañado de todas estas lindezas.
Después resulta que ese señor del Oriente Medio con manto y turbante es el propietario del Liverpool, a cuyo himno corresponde el verso de más arriba, que nunca caminará solo y que ahora mismo camina con casi más futbolistas españoles que el Real Madrid, además del entrenador. Pero hay quien toma la palabra "moro" para aliviarse el complejo de inferioridad como si fuera un optalidón para el dolor de cabeza, en vez de reflexionar sobre que la diferencia entre los clubes está en que en ellos haya o no un accionista dueño de la mayoría de las acciones.
La oferta tiene las mismas posibilidades de quedarse en agua de borrajas que otras veces, tantas como la promesa del actual accionista mayoritario de devolver su paquete a la afición, pero en caso de llegarse a un traspaso, tampoco cambiaría mucho el palco: el asiento del nuevo estaría vacío, más o menos, las mismas veces que el del antiguo. En resumen, que no hace falta ponerse a soltar esas andanadas de mal gusto y que lo bonito sería que, tal como están las cosas, el Betis volviera obtener triunfos. Aunque le cambiaran el nombre latino del río por el arábigo y pasara a llamarse Real Guadalquivir Balompié.
Antonio Zoido es escritor e historiador
