Cultura

Reconquista de Madrid

El Festival de Andalucía en Madrid se inauguró el pasado viernes con un gran concierto del maestro Juan Peña El Lebrijano. El Auditorio se llenó de aficionados.

el 15 sep 2009 / 22:41 h.

Aunque lo jondo no hace falta que se promocione en la capital de España, porque convive con los madrileños desde hace doscientos años, el director de la Agencia del Flamenco, Francisco Perujo, y la consejera de Cultura de la Junta de Andalucía, Rosa Torres, se propusieron que nuestro arte tuviera un ciclo en el Auditorio Nacional. "¿Por qué el jazz y no el flamenco?", se preguntaba Perujo mientras el AVE nos traía raudo a Sevilla. Ya lo tiene. El Festival de Andalucía se inauguró el pasado viernes con un gran concierto del maestro Juan Peña El Lebrijano. El Auditorio se llenó de aficionados y el desembarco de caras conocidas de la política y la cultura andaluzas fue llamativo: Rosa Torres, Bernardo Bueno y Manolo Cepero, entre otros.

Juan el Lebrijano fue dispuesto a reconquistar Madrid treinta años después de que lo conquistara abriendo el Teatro Real para el cante jondo. Eran otros tiempos. Los años y dos delicadas operaciones le obligan a sacarse el cante del alma a gañafones, como lo hacía aquel coloso jerezano que fue Manuel Torre.

Siempre se ha dicho que el cante del hijo de la Perrata no duele por su facilidad y facultades, pero ahora que le faltan estas cualidades, el Lebrijano jiere cantando como dolían su madre, Perrate o Mairena. Cuando se peleó con la seguiriya, en una lucha encarnizada, casi a muerte, el público se puso en pie y Juan derramó unas lágrimas de la emoción que sintió.

Le cantó a su madre (Deja que la vea/, que esa es mi mare) con una pena tan grande que fue capaz de conmovernos a todos. Pero antes de la emotiva seguiriya, el gitano de los ojos claros y el compás exacto se fajó con otros estilos, como las bulerías, las cantiñas sevillanas y cordobesas, las soleares, sacando de su garganta una música pura y de una elegancia que no desentonó con aquel auditorio de las grandes obras sinfónicas y los espectaculares barítonos.

Juan no ha perdido voz, a pesar de los años y las enfermedades; el sonido de su cante es ahora más gitano que hace 30 años, aunque la facilidad no sea la misma. Para acabar su concierto, que llamó Antología, el de Lebrija cantó sus famosas galeras: "A galeras, a galeras/; condenaos por ser gitanos/ sin defendernos siquiera". Y la emoción volvió a desbordarse en los ojos del cantaor y en los de las setecientas personas que llenamos el Auditorio Nacional de Madrid.

Naturalmente, el cantaor tuvo que salir en repetidas ocasiones al escenario ante la insistencia del público. Y cada vez que salía, su sobrino Pedro María Peña le tocaba por bulerías, como para volver a ver la fiesta en los humedecidos ojos de su tío Juan Peña Fernández.

Muchos nos acordamos de una bulería del maestro, que decía: "Mi cigarro, la yerba, un farol. De aquí no me muevo si no sale el sol". Pero había que ahogar la emoción con una copa de manzanilla. Y eso hicimos.

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