Si los niños sueñan, ¿por qué no los mayores? Cuando vi al agüelo chiclanero de Van der Vaart, lo pensé, en plan Aurelio, ¿será mi nieto futbolista? Los niños sevillanos alucinan, quieren ser futbolistas; de primera será, con deportivo, camiseta fashion, mariconera, arreglo de peluquería y pareja de impresionante presencia.
Pero, a la misma vez, son realistas; por eso, sabidas las pocas plazas, reservadas para nazarenos, cameros y utreranos -la Gran Sevilla pelotera-, dicen que no les importaría hacer horas extras, se supone que en la alternativa, a saber, construcción u hostelería. De momento no piensan mucho en estudiar, y los ejemplos del santoral de los bon vivants no animan a la afición. Algo me preocupa: quieren aprender idiomas, empeño loable e inteligente, sin embargo sospechoso ¿no será que quieren ser futboleros pensando en el equipo de Nervión, único que viaja? Menos mal que mi nieta será maestra.
Estoy feliz: las grandes revoluciones no las han hecho los futbolistas sino, más bien, los maestros; todo lo que quieren ser ellas, se consigue estudiando, es decir, estamos salvados. Además, ellas interpretan mejor el futuro: quieren más tiempo para la familia, luego probablemente, la próxima generación ya no querrá ser futbolista, como soñaron sus padres, sino profesores, médicos, abogados, como su madre.
Veremos quién influye más en los niños y si, de camino, mandan en la tele, pariente mediático corresponsable de nuestra educación. Estamos mejor en sueños que los españoles, pero no para tirar cohetes aunque, al menos, nadie quiere ser un Lopera, especie que se extinguirá un día de estos, supongo.
Licenciado en Derecho y Antropología
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