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Salvadas por las anillas

No estaban todos los que eran, pero eran todos los que estaban. Los ecologistas habían salido en bicicleta desde Los Palacios y Villafranca bien temprano para llegar al llamado Cerro de las Cigüeñas, junto al Centro de Investigación y Formación Agrarias.

el 15 sep 2009 / 06:08 h.

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No estaban todos los que eran, pero eran todos los que estaban. Los ecologistas habían salido en bicicleta desde Los Palacios y Villafranca bien temprano para llegar al llamado Cerro de las Cigüeñas, junto al Centro de Investigación y Formación Agrarias (CIFA), donde el pasado fin de semana anillaron a más de una treintena de aves.

La conmemoración del Día Mundial del Medio Ambiente se convirtió en una jornada de convivencia con estivales graznidos como fondo melódico. El Cerro de las Cigüeñas, uno de los humedales protegidos en el pueblo, junto al del Pantano, fue escenario de una sesión de anillamiento de aves por parte de Gosur (Grupo Ornitológico del Sur) y de ANEA, la asociación de ecologistas del pueblo, que aunque llevaba muerta más de una década, resucitó con actividades como la de este fin de semana para volver a sensibilizar y captar socios.

Su presidente, José Manuel Benítez, asegura que su asociación pretende implicar a las autoridades municipales. Desde luego parece jugar a su favor el hecho de que su antecesor en el cargo, José Manuel González Centeno, es ahora el concejal de Medio Ambiente. Este fin de semana estaba allí con ellos, entre cuadernos de campo, redes y prismáticos.

Francisco Domínguez, uno de los 20 anilladores con carné expedido por la Consejería de Medio Ambiente en la provincia de Sevilla, capturó la mayoría de los pájaros. Los demás se asombraban de su pericia liberándolos de las redes que habían colocado junto a la laguna.

Las anillas sirven para establecer un control de estas aves y seguir su trayectoria a lo largo de las estaciones. La mayoría de las que sobrevuelan el Cerro de las Cigüeñas son aves migratorias que van y vienen de África. Hay garzas reales y comunes, moritos, avocetas, avutardas, golondrinas, patos, toda clase de limícolas y hasta espátulas. "Ojalá que cada pueblo tuviera un espacio protegido como éste, aunque fuera pequeño", sueña este experto en anillar aves.

En el Cerro de las Cigüeñas se reunieron unas 30 personas, muchas menos de las que se esperaban, pues estaban citados algunos colegios. El sol de justicia y el hecho de que la cita coincidiera con el sábado jugaron en su contra.

En cualquier caso, no sólo los niños aprendieron de los mayores y éstos, a su vez, de quienes más sabían. No faltaron las sorpresas al encontrar pájaros cuyas trazas no veían los ecologistas de este municipio del Bajo Guadalquivir desde hacía años ni la comida para compartir a ras de yerba, bajo la techumbre del mirador de madera.

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