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Sevilla, ¿ciudad fluvial? Gordales

En España ciudades como Valencia, Sevilla o Zaragoza viven hoy de manera muy distinta su condición fluvial. Si por la capital aragonesa transcurre un Ebro vivo, con la Expoagua de estos meses como manifestación de ese maridaje, Valencia decidió hace un cuarto de siglo, una apuesta arriesgada y contestada.

el 15 sep 2009 / 06:47 h.

En España ciudades como Valencia, Sevilla o Zaragoza viven hoy de manera muy distinta su condición fluvial. Si por la capital aragonesa transcurre un Ebro vivo, con la Expoagua de estos meses como manifestación de ese maridaje, Valencia decidió hace un cuarto de siglo, en apuesta arriesgada y contestada, convertir el recorrido urbano del Turia en el contenedor de unos jardines lineales.

¿Y Sevilla con su Guadalquivir? También en esto reflejamos la complejidad y la contradicción. Una combinación de huellas y dársenas, aterramientos y cortas, que muestran la victoria de la ingeniería sobre el paisaje. El control de las inundaciones y las necesidades portuarias han hecho prevalecer sucesivas operaciones quirúrgicas sobre el territorio sin mediar argumentos de ordenación general del espacio y principios de estrategia para la ciudad y su entorno. Casi siempre estuvo muy ocupada en mirarse el ombligo. Cada uno a lo suyo.

La dársena conserva la virtualidad del segmento inmediato al casco antiguo, aunque no faltaron ilustres próceres que propusieran aterrarla. Olvidados el mítico escenario del Arenal, reproducido mil veces, el paseo de Colón y la calle Betis, primero, y después la calle Torneo y la Expo, constituyen simulacros y mutaciones en la imagen de una ciudad que tuvo en su condición fluvial su razón de ser. Pero esa dársena está regulada por un puerto cuya actividad reside en el artificio del canal de Alfonso XIII, la esclusa, y los suelos colindantes abducidos a la ciudad. Aquella operación del primer cuarto del siglo XX substanció una alteración completa de la relación del río con el paisaje de Sevilla. Aguas abajo, la inflexión del meandro de Gordales, hito del horizonte, se marcaba en el significado cultural de los Jardines de las Delicias primero y del Parque de María Luisa después, civilizado verdor articulado con la llanura de la dehesa de Tablada, atmósfera de marisma, anuncio de la mar.

Nunca se debió perder Gordales en el juego de las simulaciones. Pero aún peor resultó la aridez del olvido en su mutación, la desmemoria con que Sevilla se hizo ciudad en el ensanche de Triana, de manera que Los Remedios, barrio imaginado originalmente en la matiz del meandro de Gordales, vino a darse de bruces con la nada y la heterotopía de la Tablada militar. Excelente argumento para trasladar la Feria a un "vacío" sin huella alguna de río.

Tenemos una oportunidad con la llamada "ciudad de la justicia". Hagamos de la necesidad virtud y de la demora excelencia. Utilicemos el instrumento urbano de esta acción singular con inteligencia y sensibilidad. Aprendamos de la mala lección del Palacio de Justicia del Prado: una pésima arquitectura en un ámbito privilegiado. Otorguemos al espacio de Gordales de la oportunidad que se merece, y no supeditemos la sede institucional de uno de los poderes del Estado en la capital de Andalucía a la coyuntura de las estrategias financieras de la Autoridad Portuaria. Tengamos la grandeza de una idea para la Sevilla del siglo XXI.

Catedrático de Arquitectura de la Hispalense. vpe@us.es

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