A los aficionados béticos nadie nos podrá negar soñar en verdiblanco, ni alguno de los nuestros. En la parroquia heliopolitana, nuestra fe en un futuro mejor es capaz de mover montañas de ilusiones. A pesar de los últimos tres años, el sentimiento de pertenecer al equipo de las trece barras nos hace siempre vislumbrar la próxima temporada como un nuevo reverdecer en lo deportivo, donde los socios aparcamos nuestras diferencias y olvidamos las penurias, aunque estas sean recientes. Nos queda mucho por hacer y para eso tendrían que dejarnos trabajar.
No es posible soñar con un equipo competitivo? ¿Qué puede ser más importante para un bético? Que se empiece una nueva temporada con garantías, que se esté cómodo con el equipo y que todos y cada uno de los socios y aficionados se sientan parte activa en la toma de decisiones.
Quizá haya que rebajar las tensiones. Ayudar en lo posible, entre todos, para aspirar a una estabilidad institucional que deje atrás las confrontaciones y mire hacia delante con un nuevo espíritu. Todos podemos hacer algo. Del primero al último de los béticos. Pero en ese sentido, los que lo dirigen tienen que mover ficha para que el futuro del Betis y de ellos mismos sea grato.
