"Esto no es nada más que el principio", advirtió Zoido cuando el pasado mes de agosto detalló públicamente el resultado de la que era una de sus grandes reivindicaciones desde la oposición, una de sus promesas de campaña y una de sus respuestas cuando era requerido por el origen de los fondos para financiar todos los proyectos que se estaban prometiendo: el ahorro en altos cargos y personal de confianza.
Y ese es precisamente el problema ahora. Que aquello fue sólo el principio, y que ese discurso menos de un año después de la llegada al gobierno ya ha hecho aguas. El anterior gobierno, fruto de la inercia de doce años y de otras circunstancias económicas, era totalmente incapaz de iniciar un debate sobre los sueldos de altos cargos. Incluso entre sus dirigentes se asumía que había que recortarlos. Pero el proceso siempre fue lento -aunque hubo recortes - y fracasó.
Zoido llegó con la bandera de la austeridad. Y es cierto en la mayor parte de los casos ha recortado los sueldos de los cargos directivos. Pero la pregunta, viendo el escenario económico nacional e internacional, y las medidas que anuncia el Gobierno del partido del que él no sólo es alcalde, sino máximo referente del municipalismo, es si estos recortes son suficientes. Y la respuesta, viendo las retribuciones de los cargos directivos de empresas y organismos autónomos es claramente que no.
Si el presidente de la SEPI, por poner un ejemplo, no podrá cobrar más de 105.000 euros, ¿por qué el de Fibes puede llegar a los 150.000? ¿Tiene acaso una mayor responsabilidad? Si el presidente de la Junta no rebasa los 70.000 euros, ¿por qué el gerente de Emasesa puede ingresar 134.712? Sí, las nóminas de sus predecesores eran superiores. Y más en el caso de Emasesa, cuyo gerente Manuel Marchena, con 168.392 euros estaba al frente de cualquier clasificación salarial. Éste, como otros muchos, fueron sueldos de otro periodo económico y político, el del derroche en el gasto público -una de las causas, eso sí, de la crítica situación actual-. Ahora, son sueldos similares, pero en una etapa sin inversión y de restricción del gasto.
