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Todo vuelve a ser posible en San Julián

Los dos pasos de la hermandad volvieron a atravesar la infranqueable puerta de ojiva.

el 17 abr 2011 / 20:36 h.

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El fuerte calor acompañó a la Hermandad de la Hiniesta durante buena parte de su recorrido.

Los arcos de ojiva no se hicieron para que salieran pasos de misterio y menos aún de palio, pero lo hacen, y el milagro se repite cada Domingo de Ramos en San Julián, como lo hace cada Martes Santo en San Esteban.

Un auténtico milagro, porque la piedra, aunque parezca mentira, no da de sí, y sólo el magnífico esfuerzo de los costaleros de abajo y de arriba y los capataces de la familia Ariza, este año de luto, lo consiguen.

Desde una hora antes, la bulla se concentra en la sombra frente a la iglesia de San Julián, desde la guardería de San Cayetano a la farmacia y más allá hasta acercarse a la muralla por donde discurrirá la cofradía. Las botellas de agua y los abanicos se multiplican cuando dos minutos antes de la hora señalada se abren las puertas de madera.

Dentro, en un templo muy caluroso por la gran cantidad de nazarenos que se agolpan en su interior, la música acompaña los movimientos del Cristo de la Buena Muerte y la Magdalena, mientras que fuera se guarda silencio. Un tramo detrás de otro de nazareno azul hiniesta que se mimetizan con el color de un cielo limpio de nubes.

Lágrimas en la familia Ariza por el fallecimiento de Rafael Ariza padre, el que era decano de los capataces, el pasado 1 de octubre, y una dedicación: "Lo vamos a llevar junto a nosotros todo el camino". Con el Cristo hundido en el monte de claveles y lirios y no sin dificultad, el primer paso de la hermandad de la Hiniesta salía a la calle y tras oír una saeta, muy despacio, sobre los pies, se alejaba poco a poco al son de Cristo de San Julián, junto a la Magdalena recién restaurada y los bellos angelitos que, en las cuatro esquinas y junto a las jarras de claveles rojos, acompañan la dulce Buena Muerte de este Cristo moreno que tallara Castillo Lastrucci. Una marcha tras otra, sin pausa, mientras que el aire refresca, eso sí, a los nazarenos que van por la sombra.

Mientras, en el interior de la iglesia la Señora que es mecida al son de la banda del Carmen de Salteras se encaminaba hacia el esperado milagro. Quieto, abajo, los cuerpos a tierra y las manos arriba sosteniendo todo el peso posible para que por pareja vayan saliendo los costeros, dos, cuatro, seis... no roza ni uno.

Todos arriba y el paso se alza para arriarse a las mismas puertas con los zancos ya puestos.

De nuevo la saeta frente a la relucientemente fachada blanca de San Julián y Estrella sublime arranca para esta bellísima imagen que estrenaba ayer la restauración de su corona, más resplandeciente que nunca, y una nueva marcha dedicada, Hiniesta de Sevilla, compuesta por Manuel Cabalgante, subdirector de la banda aljarafeña.

Poco a poco, muy despacio se fue alejando de su templo, de su barrio camino del entorno de la puerta de Córdoba y su trozo de muralla, al que regresó ya de madrugada tras más de 11 horas de calor primero, y de agradable fresquito más tarde, después de recorrer los más recónditos callejones de su feligresía: Hiniesta, Lira, revirá tras revirá, para hacer las delicias de los expertos en lugares íntimos.

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