Cultura

Toni El Pelao y La Uchi brindan su arte en los Jueves Flamencos

Esta noche, en la sala Joaquín Tu-rina, Toni El Pelao y La Uchi compartirán con el público sevillano el patrimonio que han atesorado durante más de cuatro décadas. Un patrimonio que El Pelao heredó de una de las sagas más significativas del baile flamenco en Madrid, la de los Pelaos. (Foto: Gregorio)

el 15 sep 2009 / 01:36 h.

Esta noche, en la sala Joaquín Tu-rina, Toni El Pelao y La Uchi compartirán con el público sevillano el patrimonio que han atesorado durante más de cuatro décadas. Un patrimonio que El Pelao heredó de una de las sagas más significativas del baile flamenco en Madrid, la de los Pelaos.

Según Toni fue su tío, Antonio Manzano Heredia, El Gato, el primero en poner un sello propio al baile por farrucas. Más tarde fue su padre, Juan Pelao, el encargado en exportarla junto a Pastora Imperio, su pareja artística. Y estuvo 35 años llevando su farruca por el mundo junto a sus hermanos, Faíco, Fati y El Abogaíto.

Hasta que la herencia del baile por farrucas fue recogida por Toni que, tras formar pareja con la Chunga durante varios años, se decidió a montar compañía propia con su mujer, María Luisa Martín García, la Uchi, con la que lleva más de 40 años.

Todos ese tiempo ha otorgado a esta entrañable pareja una absoluta compenetración. Y es que su baile, al que ellos denominan como "puro", está más ligado a los cauces de la inspiración y la libertad que a una coreografía establecida de antemano. Así, El Pelao insistió en que para él los ensayos son sólo una guía para los músicos y cantaores que le acompañan.

Por su parte, La Uchi reconoció bailar en función de su marido cuyo baile, según ella, es siempre imprevisible. Quizás por eso este bailaor, de aspecto cuidado e imagen jovial, reconoce que el baile que más le impresiona es el de Manuela Carrasco, o la malograda Manuel Vargas. En ese sentido, él tampoco se ha quedado atrás.

De hecho, reconoció haber dado el primer trabajo a Camarón de la Isla en el tablao Torres Bermejas, además de haber llevado, ya con su propia compañía, a guitarristas de la talla de Paco de Lucía o Manolo Sanlúcar. También contó cómo el mismísimo Sabicas lo llevó a trabajar a Nueva York y lo invitó a una mariscada en su apartamento.

Pero como él es alérgico al marisco, pidió al maestro unos huevos fritos, y se comió la friolera de veinte. Eso le valió que Sabicas lo llamara su sobrinico "el de los huevos".

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