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Trece años sin Ana

«Ojalá hubieran buscado a mi hija como a Marta del Castillo», dice su madre

el 24 sep 2010 / 17:38 h.

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"Mientras buscaban a Marta del Castillo lo pasé muy mal. Cuando estuvieron en el río, mi vida fue un calvario: me iba a sentarme a la orilla, porque yo también vivo cerca del río, y pensé que mi hija podía aparecer". Cándida lleva casi 13 años buscando a su hija, Ana Franco, que desapareció a los 22 años dejándole a su hija Aroa, de seis. "El padre de mi nieta nunca se hizo cargo de ella, así que cuando mi hija desapareció Aroa se quedó sin padre y sin madre, y yo me tuve que hacer cargo de ella. Eso es lo que me hizo salir adelante, que tenía que cuidar de esta niña", dice Cándida.


El paso del tiempo no ha apaciguado el dolor: "No me canso de buscarla, me gustaría que supiera que no hemos dejado de pensar en ella ni un solo día. Que me he recorrido España entera siguiendo las pistas de la gente que nos ha llamado creyendo haberla visto: he ido a Barcelona, tres veces a Valencia, a un pueblo de Almería al que me dijeron que ni entrara porque había mucha delincuencia, y yo fui con la foto de mi hija. Pero ya tengo 68 años, estoy mayor, la vida se me va", dice la mujer.


Pero la hija de Ana tiene ahora 20 años y replica a su abuela: "Pues ahora me toca a mí, que soy muy joven". En los últimos años, Aroa se ha puesto en contacto con asociaciones de desaparecidos, ha difundido la foto de su madre por internet, sigue colgando carteles con su foto por todo el país, ha escrito al Ministerio del Interior y ha acompañado a su abuela a los lugares en los que creían que habían visto a su madre.


"Creo que está viva". "Tengo el presentimiento de que está viva y sé que por su voluntad no se fue. La esperanza no se pierde, pero cada vez que nos llaman diciendo que la han visto y no es ella, te vas desilusionando", admite la joven, que tiene una hija de tres años que nació justo cuando se cumplían diez años de la desaparición de su madre. La ha llamado Ana.Ana Franco despareció el 6 de diciembre de 1997, a las ocho y media de la tarde. Estaba con su hija en el sofá, y le dijo: "No te muevas de aquí que voy a comprar tabaco". Se puso una rebeca y se fue. Le dijo a Cándida que no cerrara la puerta, que volvía al momento. Pero no volvió. Por la mañana, Cándida fue a hablar con el chico con el que salía, que le dijo que había estado con ella pero la había dejado en su casa a medianoche. Al día siguiente dijo que la dejó a 200 metros de la casa. Y tres días después, en un parque. La madre y la hija de Ana no sólo sospechan de este hombre sino también de la anterior pareja de la joven, un hombre que le doblaba la edad. Según la familia, ambos maltrataban a Ana. Aroa dice que su pareja le pegaba y su ex novio le llegó a apuntar con una pistola. Se quejan de que la Policía no investigó todas esas pistas. Poco después de la desaparición recibieron una llamada en la que un hombre de voz ronca les decía que no buscaran más a Ana, que estaba muerta. "Fue un día antes de Nochebuena, y si querían darme la noche, me la dieron. Tuve un amago de infarto", explica Cándida.


El dolor de estas dos mujeres, concentrado durante todo este tiempo, destilado en años de depresión y en noches sin dormir, se encendió cuando Marta del Castillo desapareció. "El primer ramo que apareció en la puerta de la casa de esa familia lo puse yo -dice Cándida-, porque conozco el dolor por el que está pasando esa madre, no es ley de vida perder a una hija". Estuvo incluso en las manifestaciones que se hicieron para pedir su regreso. Y aún así, se cambiaría por la madre de la joven, cuyo ex novio ha confesado que la mató: "Sé que es muchísimo sufrimiento, pero si a mí me dijeran que mi hija está muerta, la gente no sabe el alivio que sentiría. Porque yo no sé si está viva o muerta, si puede estar cerca de mí o si me necesita".


"Nosotros no hemos tenido ayuda ninguna", insiste Aroa. "Supongo que como mi madre era mayor de edad la gente cree que se fue por voluntad propia, pero yo sé que no. Ella tenía pasión por mí y no me habría dejado", insiste. Aroa admite haber pasado deprimida media vida y haber tenido que madurar a marchas forzadas, hasta que conoció a su pareja y tuvo a su hija. "No podía estar llorando porque me tenía que ocupar de ella. Además, la veo y mi niña me tira para arriba". Aún así, la espina es imposible de sacar: "Esto es algo que no se pasa nunca y que nadie te quita. No encontrarla me mata por dentro".

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