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Un billete con destino al olvido

La estación de autobuses ha sido una víctima del abandono institucional. Muchos usuarios coinciden en que es necesario acometer obras de rehabilitación, aunque recelan de su coste por la crisis

el 21 sep 2013 / 23:57 h.

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estacion prado san sebastian La entrada da muestra del deterioro: escalones despintados y fisuras en la fachada. // J.M. Espino (Atese) Una pintura de color albero disimula las grietas que afloran en su fachada principal. La estación del Prado es como una persona que ha envejecido más rápidamente por no haberse cuidado. Y es que, a pesar de tener desconchones en sus pilares, humedades en varias de sus paredes y mugre a rabiar en el techo de cristalera, este edificio tiene apenas 70 años. Menos que joyas arquitectónicas como, por ejemplo, la Plaza de España. El envejecimiento es de haber escogido un viaje rumbo al olvido institucional. Sólo hay que fijarse en un detalle: en 1983, la Junta de Andalucía otorgó la autorización definitiva para su uso a cambio de una serie de reparaciones que, a día de hoy, todavía siguen pendientes de resolver. Los usuarios no son ajenos a que su estación es un paciente enfermo. “Para ser de los años 40 se encuentra en un penoso estado”, reconoce Guillermo Ramírez, un defensor del patrimonio que se disponía a coger un autobús con destino a la comarca de la Sierra Sur en compañía de Asun Torres. Ella también seguía esta misma línea y reivindicaba la necesidad de “recuperar y mantener” la estación, descartando la idea, planteada en su día por el Consistorio, de destinar en exclusiva el recinto a usos turísticos, derivando todas las líneas a Plaza de Armas. “A mi hija, que es estudiante, y a la gente joven el cambio le habría venido fatal”. Quién habla es Juana Sánchez, que hacía “años” que no asomaba por la estación. De hecho, cogía el bus cuando era estudiante y hoy la ve “igual que entonces, aunque más estropeada”. No vería con malos ojos la remodelación pero siempre que sea para “mantener las líneas”, puesto que “llevarlas a otro lado haría mucho daño” a los vecinos de la Sierra Sur, entre ellos su hija. Frente a esas impresiones figura la mirada menos crítica de los que pisan la estación de manera testimonial, pese a ser testigos directos del deterioro. Es el caso de Virginia Bahamonte y Ángeles Villanquetti, que llegaron al Prado de San Sebastián por un infortunio: la avería del coche que las iba a llevar a Cádiz. Allí, apostadas en uno de los bancos verdes que bordean uno de los pilares de la estación, se sorprenden al ser cuestionadas por el estado de la estación.Miran a un lado y a otro y Virginia se anima: “No lo sé, pero la verdad, no le vendría mal una mano de pintura”. Y es que a muchos usuarios no les preocupa el estado de conservación de un edificio que está incluido en el Catálogo General de Patrimonio Histórico de Andalucía, siempre que el autobús llegue a su hora. Agustín Ríos, un vecino de Mairena del Aljarafe, forma parte de este club y, de hecho, defiende que la estación se encuentra en perfecto estado. No tan animosos, pero con idéntico mensaje, estaban los jóvenes Alba María Hernández y Joaquín Ostos, antes de coger un bus con destino a Écija. Les preocupa más el trato del personal “que suele ser amable”, que se cumplan los horarios y que “se invierta en cuestiones más importantes... a no ser que el edificio esté a punto de caerse, que eso sería otra cosa”. Ese recelo sobre lo costoso de la rehabilitación es el que también tenía ayer Samuel Sánchez que, acompañado de su hijo, estaba esperando a su mujer. Es de los que pisan poco la estación del Prado, pero fue decirle cuánto supondría en euros la reforma de las instalaciones para que se le cambiara la cara. Y, pese a comprobar a simple vista de que “el edificio está viejo”, tiene muy claro que su orden de prioridades es “destinar dinero a empleo”, a no ser que “la reforma signifique que se generará más trabajo”. Es sábado al mediodía y, como dictan las estadísticas, no hay trajín de viajeros por la estación. Alguna que otra familia con maleta y, para sorpresa, mucho turista, especialmente franceses, ingleses y asiáticos, que llegan a la capital de autobuses de Cádiz o Córdoba. Aunque se pueda pensar que no es buena estampa inicial el estado de la estación, no se apuren. Son los primeros en abandonar raudos y veloces la estación, sin apenas pararse en desconchones y humedades. Como mucho, se detienen en la vieja garita de información y, en inglés, preguntan cuál es el camino más rápido para llegar a la Giralda.

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