Local

Un clásico de Los Remedios

Un zamorano que lleva veintisiete años dando bien de comer y beber a los sevillanos.

el 30 dic 2011 / 08:47 h.

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La Montanera ofrece un local amplio donde disfrutar de una comida de calidad.

Se ha hablado bastante de los montañeses que pusieron tiendas de ultramarinos en Sevilla, y luego bares, pero tampoco es corta la nómina de zamoranos que se afincaron en nuestra ciudad buscando la prosperidad y tierras más fértiles que sus pequeños pueblos castellanos. Jesús Alonso llegó a Sevilla con quince años, hoy regenta uno de los establecimientos de hostelería con más arraigo en Los Remedios, y en Sevilla, veintisiete años ya desde que La Montanera abrió sus puertas en la calle Juan Sebastián Elcano, frente a la fallecida ya, cosas del capitalismo liberal, fabrica de tabacos.

Jesús empezó en esto de la hostelería en la primera Dorada, luego creó El Áncora, que vivió días de gloria en el entorno de la calle Salado, otra zona venida a menos en Sevilla. Dieciséis personas trabajan en el local, entre ellos el propietario y sus dos hijos, Raúl y Jesús. Cocina tradicional y servicio clásico, con camareros de chaleco y pajarita, el maître de chaqueta negra y el ojo del dueño siempre engordando al caballo.

La Montanera es un local amplio pero, a pesar de sus dimensiones, acogedor, a ello contribuye su decoración de tonos cálidos, con grandes relieves de barro con motivos camperos en las paredes, una colección de azulejos con las portadas de la Feria de Abril desde el año 2000, y, repartidas por el establecimiento, maquetas de barcos, colección que se inició por la afición de un camarero de la casa a estas manualidades. Tiene una de las barras más largas de Sevilla y dos salones, en la entrada del segundo una jardinera infantil que ha conocido paseos de caballos por el Real y que hoy decora con gracia el sitio, lugar para grupos, para amigos y parejas, para compartir las numerosas raciones que se ofrecen en su carta, que se calculan para cuatro personas.

En ella una gran variedad de entrantes, como el surtido especial montanera (17,50 euros), con queso, chacinas y jamón, se trabajan productos de Salamanca y Huelva, todos de primera calidad. Unas espectaculares yemas de espárragos (17,50 euros), de un calibre con un grosor poco visto en otros sitios, que además se acompañan de, no queremos exagerar al decirlo, una de las mejores ensaladillas de Sevilla. Entre los entrantes no falta el consomé (3 euros), la sopa de picadillo (5,40 euros), el gazpacho con guarnición (5 euros) o el salmorejo con melva, jamón y huevo duro (5 euros).

Muy demandadas son las berenjenas fritas con miel de caña, con un gran punto de fritura y nada aceitosas, y el especial campero, que goza del favor del público infantil, con sus huevos fritos y filetitos empanados. Fuera de carta se ofrecen unas magníficas zamburiñas (24 euros), aliñadas en su concha con salsa marinera y gambitas, y es que además de la amplia carta en La Montanera se ofrecen productos de temporada que se encuentran en el mercado con la calidad que a Jesús le parece adecuada para su negocio. Mariscos y fritos, carnes y pescados, ofrecen una amplísima y selecta oferta difícil de mantener en estos tiempos, pero La Montanera tiene un público fiel, clientes de toda la vida que vienen de todos los rincones de Sevilla. Terminamos la comida con una excelente presa de ibérico (15,50 euros) verdaderamente jugosa y sabrosa, acompañada por unas patatas fritas caseras, se pela un saco a diario, y un cuenco aparte para el que quiera darle el toque potente de un mojó picón hecho en la casa. Los postres también son caseros.

La carta de bodega está llena de referencias clásicas, donde hay varias manzanillas y finos, vinos blancos, rosados, cavas, champagne y, por supuesto, tintos de diversas zonas, como los riojanos Beronia (15 euros), Muga (24 euros), Ramón Bilbao (18 euros), Azpilicueta (15 euros), riberas como Protos (15 euros), Emilio Moro (31 euros) o Condado de Haza (21 euros), Viñas del Vero de Somontano (12 euros) o Gran Colegiata de Toro (15 euros).

No se olviden rematar la faena con un muy buen orujo de hierbas que viene directo de la zona de Flechas de Aliste (Zamora), patria chica del propietario.

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