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Un parque con duende

Tan romántico es este delicioso Parque de la Alquería de Dos Hermanas que tiene hasta dos fantasmas. Y de los de verdad. Más vale, viendo la nutrida vida del recinto, que estos espectros no sean de los que odian la algarabía y las fiestas.

el 16 sep 2009 / 00:38 h.

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El Parque de Dos Hermanas tie- ne dos fantasmas en el viejo caserón que lo preside, hoy centro cultural: el de un cura taciturno y el de una niña traviesa de rubios tirabuzones. Ambos, según contaba ayer el investigador y escritor José Manuel García, han dado y siguen dando bastantes sustos a la feligresía de este amplio, variopinto y decimonónico jardín, que, aun a sus 150 años, adora a los niños, esconde a los enamorados, deleita a los ancianos, hospeda a los rocieros rumbo a la ermita, concita a la movida y organiza fiestas y conciertos cada vez que puede.

En su costado occidental se juntan los románticos a ver pasar los trenes, y, entretanto, a los deportistas sin graduación que dan vueltas alrededor del parque a todas horas del día y de la noche; también hay por allí máquinas de ejercicio para los ancianos; algo parecido a lo que sucede en el lado opuesto, el que mira hacia el barrio de San Hilario, donde también hay entretenimientos a porrillo... pero para los adolescentes: pista de patinaje, pista de skateboard... hasta un enorme eucalipto con el tronco lleno de pintadas, como un tótem juvenil que marca el territorio.

Desde este espacio juvenil, si se sigue hacia el lado norte, aparecen los primeros merenderos, una de las más recientes novedades del parque, y más allá la zona de los columpios y los juegos infantiles, abarrotada cada segundo del fin de semana. Queda el costado meridional, donde los aparcamientos parecen ser atractivos para toda suerte de chavales con coche tuneado y ganas de cerveceo. Este lado no es el más bonito del parque pero sí da a la que quizá sea la avenida más bella de Dos Hermanas, la del 28 de Febrero, cuya arboleda de flores azules empieza ahora a ponerse preciosa a rabiar. Entre esas aristas, el corazón del parque palpita a toda máquina: el auditorio con sus conciertos; las pajareras, siempre con niños revoloteando; el canal... De noche, por la verja rota, se cuelan los adolescentes (dicen que a jugar a las cartas). Que tengan cuidado porque, como ha quedado dicho, no son los únicos que rondan por allí.

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