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Un pregón amasado desde la anónima cofradía de la bulla

La Semana Santa como esa larga metáfora de la vida del sevillano. Un alegato a saborear la intensidad de las vísperas, contado con acento sevillano y estilo literario, culto y popular a la vez. Sentido del humor y guasa de Bami. El sevillano como quinto evangelista. Semana Santa de Arte Mayor: Gran Poder, Macarena, barrio del Arenal y una mención al Polígono. (Foto: José Manuel Cabello).

el 15 sep 2009 / 01:27 h.

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La Semana Santa como esa larga metáfora de la vida del sevillano. Un alegato a saborear la intensidad de las vísperas, contado con acento sevillano y estilo literario, culto y popular a la vez. Sentido del humor y guasa de Bami. El sevillano como quinto evangelista. Semana Santa de Arte Mayor: Gran Poder, Macarena, barrio del Arenal y una mención al Polígono. Burgos en estado puro.

Justamente lo que se esperaba de Burgos. Ni más, ni menos. Para la legión de seguidores de este maese del periodismo que disfrutamos a diario con sus concilios de sevillanía en papel impreso, el de ayer habrá sido un pregón para refrescar conceptos y emociones, más que para dejarse sorprender.

Casi cuarenta años escribiendo de cofradías dejan poco margen para la inventiva, el asombro y la imaginación, aunque el de Bami también derramó algunas dosis de repeluco inédito y emoción renacida.

El pregón de Burgos fue como un gran recuadro por el que desfilaron a retales sus artículos más memorables de Semana Santa, algunos de los cuales, aupados al Olimpo de los premios periodísticos, forman parte ya de la mejor antología sobre literatura de cofradías.

En más de una ocasión, el pregonero confesó que ni se sentía cofrade, ni un capillita al uso, pero que le gustaba una corneta y un tambor pa rabiar. Y desde esa atalaya de cofrade de la bulla acudía al Maestranza. El suyo fue un pregón de un hombre de cofradías, no de hermandades, de un sevillano que vive la Semana Santa como un integrante más de la bulla soberana. Fiel a sus memoriales diarios, por las páginas de su pregón desfilaron personajes de tiempos pasados con nombre y apellidos (míticos capataces, costaleros del muelle y saeteros legendarios) y también personajes de barrio, unos famosos, otros anónimos, que habitaron algún día esa Semana Santa particular en la que ha crecido y vivido el pregonero (Juana la calentera del Postigo, El Pali, Juan Castro Nocera, Luis Ochoa, Rocío Jurado o el maestro Tejera).

Después de superar con maestría el varapalo moral de un insulto lanzado por un descerebrado desde el paraíso -"Ése no es de Sevilla", replicó el pregonero desde el atril-, Burgos arrancó su alocución erigiéndose en capataz y metiendo bajo los faldones de un gran paso a todos los escenarios imaginables y a cuantos protagonistas hacen posible la Semana Santa, desde el muñidor de la Mortaja, hasta las novias del costalero, pasando por los vencejos del Museo, los balcones de las casas cerradas y abandonadas o los canis con su uniforme de gala de punta en blanco. "¿Estáis puestos? (...) Mira que voy a llamar con el bronce de las campanas de la Giralda (...) ¡Tós por igual, valientes...! (...) Sevilla un sueño levanta.../ ¡Al Cielo con este cielo/ llamado Semana Santa!". Fue en este glorioso arranque del pregón cuando Burgos hizo mención a la hermandad que se incorpora este año a la nómina de la Semana Santa: "¿Estáis puestos, mármoles del suelo de la Catedral, para que sientan el doble repeluco del frío y de la dicha del estreno de Lunes Santo los pies descalzos de los penitentes del Cautivo del Polígono?".

Con una pronunciación afectada por el deje sevillano (sonao por sonado, trabajadera es trabajaera y paeres por paredes), Burgos, aún en los prolegómenos del pregón, rindió homenaje a los Rafael Montesinos, Florencio Quintero, Juan Sierra, Rafael Laffón, Manuel Sánchez del Arco, Manuel Díez-Crespo y a cuantos poetas "nunca pudieron pelar la pava con su ciudad querida en esta reja solemne de la mañana vesperal del gozo". Un pasaje éste rematado por una copla a la Macarena, "la Pura y Limpia que está junto al otro Arco", en la que salió a relucir la propiedad del discutido fajín de la Esperanza: "Que no es de Queipo de Llano/ el fajín de tu cintura.../ Que es tuyo, Esperanza pura,/ pues te nombró el sevillano/ Generala de hermosura/ de tó el Imperio Romano/ de los armaos con sus plumas".

Con el teatro metido en el bolsillo y un auditorio predispuesto a corear con óles los versos más celebrados, Burgos empleó la misma fórmula de la elección de los Papas para declarar proclamado "el pontificado sentimental de los días del gozo (título de su pregón): En la Roma sevillana/ Magnum Gaudium Nuntio Vobis:/ ¡La primera en la Campana!". El pregón de Burgos fue como un gran bando de la nostalgia en el que cada sevillano se convierte en un quinto evangelista de la calle. A sus páginas asomaron desde el grifota desdentado que reza a su manera y aprecia "vibrasiones" en el palio de la Hiniesta hasta el "niñato en lo alto del contenedor de basura que en el Altozano o en la Resolana se transforma" y grita "¡Guapa!" a la Llena de Gracia.

Haciendo gala de un gran sentido del humor y de su probado ingenio, el escritor arrancó en varias ocasiones las risas y carcajadas del auditorio. "Yo no sé si es gracia o guasa/ que el Mudo de Santa Ana/ va con Las Siete Palabras". Aunque también gastó guasa de la de aquí para referirse a la Hermandad del Cerro, cuyo hermano mayor anunció semanas atrás que no consideraba a Burgos el "interlocutor más perfecto" para transmitir la Semana Santa. "Si la colombina y dulce Virgen de la Antigua va abajo, en la gloria del palio de Los Dolores del Cerro, ¡del Cerro he dicho!...", remarcó el pregonero.

Bajo la cáscara de un discurso culto y popular al mismo tiempo, Burgos introdujo una ácida y mordaz crítica a la coyuntura sociopolítica de una España "que se burla de la religión, y la desprecia, y la margina en los colegios...". Arremetió contra el matrimonio homosexual, "burdas parodias del matrimonio católico que van contra las leyes de Dios y de la Naturaleza", contra "esa forma de asesinato a la que llaman ahora eutanasia" o a esa otra modalidad "con trituradora a la que llaman aborto".

Uno de los mejores pasajes del pregón, que puso el nudo en la garganta al auditorio, llegó cuando describió la "más que penitencial Semana Santa de los hospitales". "La única alegría es cuando traen a un niño vestido de nazareno. Túnica de capa, barrio puro. Y dice la madre a los familiares del otro enfermo del cuarto: es que como todos los años antes de salir va a casa de su abuelo para que lo vea vestido de nazareno...". Y elogió a las "radios y televisiones locales que acercáis La Campana a los penitentes de la callada cruz de la enfermedad".

Burgos defendió que la Semana Santa "no se trata sólo de un tesoro cultural, un patrimonio artístico, una reliquia etnográfica. Aun siendo todo eso, y más, no se entiende si no lleva el pellizco a la divino de la fe". Habló de la Semana Santa como una "larga metáfora de la vida del hombre". Enhebró los versos de su celebrado artículo Farol de Cruz de Guía, dedicado a su padre. Antológicas y buzonianas fueron las estrofas dedicadas a la Macarena, y en el ocaso de su pregón enterró la Semana Santa al son lastimero de la campanilla del muñidor de la Sagrada Mortaja. "He dicho y ustedes me dirán qué se debe aquí".

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