Economía

Un silencio que acorrala

el 19 dic 2011 / 23:28 h.

Mírenlo. Cualquiera diría que ahí, en esa tribuna del Congreso, quien habla ni ha ganado los recientes comicios generales ni ha sido elegido para ser el próximo presidente del Gobierno de España. O Mariano Rajoy arrastra todavía el trauma de ser jefe de la oposición o está aún en campaña para otras inminentes elecciones, cuáles, las andaluzas, puesto que si la formación política que lidera, el PP, triunfa en éstas, allá por marzo lo veremos, sería la repera, lo más de lo más, tanto para él como para el partido. De verdad, la busco pero no encuentro otra explicación a su silencio, el porqué calla y no detalla cómo hará aquello que dice querer hacer con nuestra maltrecha economía, como si nos sobrara el tiempo y la jauría de lobos que son los mercados no mantuvieran las fauces abiertas para comernos en cualquier momento y ante el mínimo error. Mírenlo. Decepcionante. Nos ha dado la primera en la frente.

En pecado mortal caeríamos si le negáramos al principiante cierto margen de confianza, una oportunidad, y, en cambio, le exigiéramos ya, de inmediato, ahora, su proyecto económico al milímetro, pero, Mariano, hombre de dios, que parece usted un becario, díganos ya algo de nuestro futuro, amase el pan y destile el vino que tanto pregona, porque, sencillamente, ayer no convenció, y eso traslada una imagen muy pero que muy fea, que si España por aquí, que si España por allá, qué grande somos como pueblo y qué grandes nos hacemos también ante las adversidades, hombre de dios, reitero, que ni esto es un mitin ni la tribuna en la que usted habla el atril de una plaza de toros.

Que las cuentas no salen y nadie, salvo los suyos, se las cree. Que reducir 16.500 millones de euros en tan solo un año, el de 2012, con las parcas medidas de ajuste presupuestario que acaba de anunciar -anunciar, que no pensar, a saber lo que ya tiene pensado- es harto improbable. Que si hasta el Gobierno de un Estado con la acreditada solvencia de Francia ha reconocido que deberá aplicar en los próximos años serios recortes y otros, entre ellos Italia, Portugal y Grecia, acometerán aumentos de impuestos, qué garantizará que España no lo haga salvo y esto, claro, siempre lo negará, que el Ejecutivo saliente, aunque tarde, haya hecho bien sus deberes. Que si en la reforma del mercado de trabajo, de las pensiones y del sistema sanitario defiende un sí pero no. Que prometer rebajas impositivas y crear bonificaciones sin incrementar ingresos es muy difícil. Y que basta ya de inconcreciones, el tiempo apremia, no sea protagonista como gobernante de sus denuncias como líder de la oposición.

Su silencio da alas a quienes piensan que José Antonio Griñán hizo requetebién al no hacer coincidir las elecciones andaluzas con las generales, porque así los socialistas podrían beneficiarse del posible descontento social con la tijera usada por los gobernantes populares tanto a nivel nacional como en las comunidades conquistadas. Como sólo quedan tres meses para unos comicios andaluces que Javier Arenas ya cree ganados, pensará Mariano Rajoy que mejor aguardar a primavera para los trasquilones de mayor envergadura, al fin y al cabo marzo está a la vuelta de la esquina y la recuperación económica no llegará de hoy para mañana.

Si esta peregrina idea pasara siquiera por la cabeza de quien solicita la confianza del Congreso de los Diputados para llevar las riendas de España, qué gravísimo sería su error, puesto que su gestión estaría ensuciada y puesta en entredicho desde el arranque mismo de su gobierno. Sí, Mariano, como usted dice, al pan pan y al vino vino. Diga lo que tenga que decir, no anteponga los intereses de partido a los intereses generales del país.

Mariano. Lo mejor de su discurso de investidura es el firme propósito de emprender una de las reformas más urgentes que precisa la economía española, la de la administración, agilizándola y eliminando duplicidades y burocracia. Ponerle el cascabel a este gato es, al menos en teoría, mucho más sencillo que antes, puesto que la mayoría de las comunidades autónomas están gobernadas por los suyos. Según su versión, los ciudadanos no cargarán con los costes de la recuperación, sino que han de ser precisamente las administraciones, cuya estructura elefantiásica asusta. Quiero creerle, de veras, pero también asustan aquellos 16.500 millones en un solo año. Lo peor de su discurso, ninguna referencia a los excesos de empresarios y banqueros y, en cambio, el abundante énfasis sobre los sacrificios que deberán asumir los trabajadores, con iniciativas calcadas de la patronal CEOE, cuya sombra estaba ahí, en la tribuna, tras usted.

He revisado las fotos de la sesión parlamentaria. Por la tarde, su rostro ya reflejaba que estaba siendo acorralado y sin saber qué responder...

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