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Una historia que se repite

el 14 sep 2009 / 19:48 h.

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Los tiempos han cambiado, pero parece que la historia no. Los tranvías evolucionan, llegó la tecnología, se acabaron los traqueteos, los ruidos infernales..., pero se siguen produciendo descarrilamientos.

Sobre todo en las inauguraciones o en los días posteriores. Desde 1887 es la tónica habitual. No es de extrañar, pues, que ayer los sevillanos se tomaran con resignación, filosofía y mucho humor la primera salida de pista del Metrocentro.

El 4 de agosto de 1887 El Tribuno informó de que los tranvías tirados por mulas habían empezado su periodo de prácticas. En Nueva York circulaban a vapor, pero aquí se optó por la tracción animal porque daban más confianza. La puesta en marcha definitiva se realizó a las 8.00 horas del 5 de septiembre de 1887. Fue el primer día oficial del tranvía en Sevilla y hubo dos heridos a causa de otros tantos descarrilamientos.

En aquella época, los sevillanos criticaron que los tranvías interrumpían el tráfico de carruajes e incluso que se pusiera en marcha antes de que acabasen las obras para instalar los raíles por los que circulaban. Denuncias que bien pueden ser del siglo XXI.

El 22 de agosto del año 1899 se puso a prueba el primer tranvía eléctrico de Sevilla con la mala fortuna de que se estrelló contra la fachada del número 20 de la antigua Plaza Santo Tomás, precisamente muy cerca de donde descarriló el Metrocentro 103. Ayer los responsables municipales también hablaban de "mala pata".

En la larga etapa con catenarias en la ciudad los accidentes han sido muy frecuentes. De ahí el bautizo de los "cacharros diabólicos", eso sí, a años luz de los actuales.

Con el comienzo del siglo XX llegó el primer incidente grave: el atropello mortal de un anciano. Según las crónicas de la época, no se supo si no oyó la campana o si pensó que le daba tiempo a cruzar. "Salir uno a la calle es ya jugarse la vida", escribió irónicamente un comentarista.

Con todo, el tranvía se fue imponiendo como un medio de transporte barato, rápido y muy útil. Cuando se llegó a los años en que se ultimaba la Exposición Iberoamericana de 1929 el público, según la prensa del momento, se preguntaba si esos "coches viejos, de asientos incómodos, antiestéticos y desvencijados" iban a circular por Sevilla. No lo hicieron. Se retiraron los tranvías viejos, se adecentaron los que quedaron y se invirtió en la ampliación de la red y la adquisición de autobuses, que le salían más baratos a la Seville Tramways Company.

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