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Una mudanza a marchas forzadas

Los vecinos afectados por el desalojo de la barriada de la Renfe se han instalado ya en sus  hogares provisionales sin saber qué ocurrirá con sus viviendas más adelante. La última familia trasladó ayer sus enseres al nuevo domicilio.

el 03 ago 2010 / 19:11 h.

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Encarnación Merchán trata de ordenar sus enseres en una habitación de su nueva casa.

Realizar una mudanza en pleno agosto es una labor complicada, pero aún más cuando se hace por obligación. Las últimas familias que residían en la barriada de la Renfe, desalojadas el pasado 16 de junio, recogieron ayer sus pertenencias para poder instalarse en sus nuevos hogares. La familia de Bernardina, una mujer de 80 años, fue la última en sacar sus posesiones de la casa donde residía hasta que las obras de la Universidad de Sevilla provocaron los desperfectos en su domicilio.

Encarnación Merchán, una de las hijas de Bernardina que residía con ella en la barriada de Renfe, fue la encargada de embalar sus pertenencias y trasladarlas, junto a sus hermanas y a los operarios de la empresa de mudanzas. Según esta mujer, aunque su nueva casera no había preparado el piso aún, su estancia en el hotel Macarena sólo se pudo prorrogar hasta hoy, porque "era lo que habían acordado entre ellos", comentó asombrada la mujer.
Para esta familia, encontrar nueva casa ha sido especialmente difícil, porque Bernardina tiene problemas de movilidad y necesita un piso con ascensor y plato de ducha. "Está muy desanimada con esta situación", según afirmó su nieta, que añadió: "Mi tía se la llevó, porque en el hotel no podía estar, y menos mal que no la han traído para ver esto".

El procedimiento de este desalojo obliga a que un inspector de la obra revise cada piso y confirme si las familias pueden entrar en sus domicilios para hacer la mudanza sin peligro. En caso afirmativo, los empleados de la empresa de mudanzas se encargan de embalar y trasladar las pertenencias, aunque los vecinos pueden supervisar este trabajo. De hecho, muchos colaboran y aprovechan para limpiar, aunque la labor no sea del todo segura. "Estaba limpiando unas sartenes para empaquetarlas y me han saltado tres azulejos de la cocina", desveló Encarnación, que no sufrió ningún daño "de milagro".

Estas prisas del último día hicieron que Encarnación se mostrase "estresada" ante la situación: "No me ha dado tiempo a nada y soy la última del hotel". De hecho, las cosas no han sido fáciles para ella, ya que el día de ayer fue largo y complicado. La calurosa mudanza no fue el único motivo de desesperación. También tuvo problemas para poder llegar a su nueva casa de alquiler, que se encuentra en una urbanización cerrada a la que se accede con un mando, que la casera no le entregó cuando firmó el contrato de arrendamiento. Pero además, al llegar al domicilio ninguno de sus nuevos vecinos se mostró partidario de ayudar a esta familia, aunque los operarios de la mudanza pudieron colarse, finalmente, detrás de uno de los coches que penetraban en el lugar.

Pese a que todo salió bien y pudieron descargar todos los bultos sin más problemas, el cansancio de Encarnación se reflejaba en sus palabras y llegó a decir: "Esto es una necesidad, yo no tengo la culpa". Sin embargo, más tarde se mostró animada y bromeó al asegurar que por la noche "caería rendida".

Otro de los afectados por el desalojo es Manuel López, que lleva viviendo un mes en su nueva casa. Este vecino declaró ayer que "se echa de menos todo del barrio, porque ya no es la misma comodidad y los vecinos están dispersados". De hecho, expuso que los nuevos hogares suelen estar habilitados para estudiantes y no presentan condiciones propias para una familia que resida todo el año en ellos. Por otro lado, Manuel destacó que algunos caseros han aprovechado para subir el alquiler "hasta 200 euros", ya que "se enteraron de que había 40 familias buscando un nuevo domicilio en la zona".

La preocupación ahora de estos vecinos es saber qué pasará con sus viviendas, ya que el elevado coste de las reformas puede provocar que la demolición sea la opción más factible, según Manuel. Este afectado opinó que otro inconveniente son los seguros "que no suelen ponerse de acuerdo en quién es el que debe pagar".

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