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Utrera revive los 20 años del renacimiento de su paseo más flamenco

Los organizadores del festival con el que se lograron los fondos para adecentar el Camino de Consolación se reencuentran 20 años después

el 07 nov 2009 / 21:29 h.

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Los participantes en el evento de hace 20 años se reunieron el viernes.

Al pensar en un rincón característico de Utrera, muchos fijarán su mirada en la plaza del Altozano, el barrio de Santa María o el Niño Perdido, por citar ejemplos. Pero, junto a éstos, hay uno que llama la atención por encima de todos y que, para los utreranos, es algo más que un lugar concreto. Es, por decirlo de alguna forma, un símbolo.

El kilómetro de distancia que mide el Paseo de Consolación -o el Camino, como hay gente a la que aún le gusta llamarlo- tiene su razón de ser en el sentido y el significado que envuelve lo que rodea a la del barquito en la mano. Su fisionomía, como la conocemos hoy, se remonta dos décadas atrás, cuando el arte flamenco local se movilizó para captar fondos para su arreglo con un festival. Y lo logró. Unas 500.000 pesetas de la época.

"Aquello fue un gran éxito", comenta Gaspar de Perrate, organizador del festival junto a otros como Manuel Peña Narváez y Asunción Fernández, la que fuera concejal de Cultura por aquel entonces y que describe la noche del 30 de julio de 1988 como "mágica".

Magia tal vez no hubo, pero un encanto especial sí llenó el recinto del castillo. "Cuando cantó Diego Chamona y se fue la luz, siguió con una letra que decía A mí me gustaría oír las campanas de la iglesia a la hora de dormir y, casualmente, se oyeron las campanas y eso hizo que la gente se pusiera en pie", recuerda Gaspar.

Fueron casi 40 las personas que pisaron las tablas, de las que solamente siete eran artistas profesionales. El resto, gitanos de Utrera que trasladaron una típica fiesta flamenca a un escenario en el que "se bailó y se cantó, y se vivió lo que era Utrera", explica José Jiménez, otro de los participantes del proyecto, que cree que "se debería haber hecho una gira con el espectáculo".

Pero aquello, aunque sólo se vio el 30 de julio, tuvo mucho trabajo previo. Para Ana la Turronera, que hacía sus "pinitos" pero no era artista profesional, lo más importante fue "que se hizo con sentimiento". Desde luego entusiamo le pusieron cuando ensayaron en el bar de Diego Chamona, el Ayuntamiento o la casa de El Marquesito.
Llegó el día, y resultó "irrepetible", asegura Gaspar de Perrate, quien confiesa que ayudó, en parte, el "vino peleón que nos tomamos en jarrillos de lata". Fue un homenaje al compás de Utrera, porque "lo tiene, porque el cante de aquí tiene un sonido diferente a todo el mundo".

Con la taquilla cerrada y viendo el dinero recaudado, los participantes lo tenían claro: los beneficios se destinarían al arreglo del Camino de Consolación, que por aquella época era de asfalto, con muchos hoyos, y se iba a adecentar. Y es que ese paseo es así como el espejo donde se miran los utreranos: como Consuelo, que camina con sus amigas cada día para hacer algo de ejercicio en la también llamada ruta del Colesterol; o Javi, que coge su mp3 y, con el sonido de la música recorre el paseo; o, por qué no, como Juan y su perrito; o como Javier, Ana y su pequeño José Pablo; o como un largo etcétera de ejemplos, personas y situaciones que tienen a ese kilómetro de baldosas como protagonista.

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