Cultura

Ventura ganó el duelo al Sol

El morbo del festejo, alimentado con cruce de declaraciones y desafíos de western setentero, venía prendido en las espuelas del joven Ventura, retador del consagrado Pablo Hermoso de Mendoza y gran triunfador en los ruedos de Sevilla y Madrid en la pasada campaña.

el 16 sep 2009 / 01:34 h.

Goza de su propio ambiente este primer plato ecuestre; de un público específico y medianamente entendido en bocados, arreos, capas y monturas, al que hay que sumar niñas -con o sin novio- porteros del bloque, cuñados, compañeros de oficina y compromisos varios de tantos y tantos abonados que desertan de la plaza al oir los cascos de la nutrida caballería que toma el paseo de Colón el primer domingo de preferia.

El morbo del festejo, alimentado con cruce de declaraciones y desafíos de western setentero, venía prendido en las espuelas del joven Ventura, retador del consagrado Pablo Hermoso de Mendoza y gran triunfador en los ruedos de Sevilla y Madrid en la pasada campaña. Para él fue la victoria de este nuevo asalto del particular duelo al Sol que mantiene con el gran navarro; un reto a dos en el que Fermín Bohórquez, a la vuelta de todo, sólo podía ser testigo forzado.

Inasequible al desaliento, Ventura no perdió ni una sola oportunidad para buscar un triunfo que a punto estuvo de materializarse en una nueva Puerta del Príncipe si el sexto de la tarde hubiera doblado con mayor celeridad, sin necesidad de haber echado pie a tierra para descabellar. La faena del joven portugués -recriado en la Puebla del Río- tuvo la virtud de ir siempre a más, desde los quiebros iniciales, dándolo todo, hasta la gran exposición con la que resolvió un vibrante tercio de banderillas trufado de desplantes, alardes, de cites espectaculares en los que lució a los caballos, y de un ritmo trepidante que contagió de su propio entusiasmo al público que casi llenaba por completo los tendidos del coso sevillano.

Los mejores momentos, definitivamente entregados toro y jinete, se vivieron acompasados al pasodoble Nerva mientras saludaba Tristán, el solista de la trompeta, el rejoneador y hasta un vecino de localidad que por fin había encontrado a sus familiares, al otro lado de la plaza. Los desplantes finales, haciendo el teléfono en la testuz del toro terminaron de desatar las emociones. Ventura había vuelto a formar un lío pero, ¡ay!, al postrer rejón le faltaron dos dedos para hacer caer al enemigo.

Pero Ventura ya había conseguido brillar ante el remiso tercero, al que tuvo que aliñar el picante que le faltaba para cortar el primer trofeo. El joven jinete hizo un gran esfuerzo, recompensado por la entrega del público, que se entusiasmó especialmente con unas emocionantes piruetas en la cara que terminaron de calentar el ambiente a pesar de los amagos de huida del toro de Bohórquez. Ventura culminó su labor con las cortas colocadas a velocidad de vértigo y un rejonazo trasero y fulminante que ponía en sus manos la oreja y la victoria en el primer asalto con Pablo Hermoso.

Pero hay que reconocer, en honor a la verdad, que el rejoneo de mayores kilates, en una línea más ortodoxa, salió de las manos y los caballos del navarro, que cuajó de cabo a rabo al potable primero en una entonada labor en la que brilló siempre en las batidas a pitón contrario, las cabalgadas a dos pistas consintiendo al toro y en esas intrasferibles pasadas por dentro que nadie ha conseguido superar aún. Un rejonazo trasero y muy contrario no bastó para echar abajo al toro de Bohórquez a pesar del último y hermoso adorno, cara a cara caballo y astado. Hermoso tuvo que echar pie a tierra mientras el trofeo se difuminaba. Mucho más ausente, sin parecerse a sí mismo, se le vio ante el quinto de la tarde. Un tremendo encontronazo con el toro, que le obligó a cambiar de caballo lo abstrajo de la lidia, que se resolvió siempre trabajosamente por los escasos bríos del toro.

La actuación de Bohórquez se vivió como prólogo e intermedio del frustrado duelo entre Ventura y Hermoso. Correcto con el noble y rajado primero, tuvo la virtud de saber sacarle de su fuerte querencia en una labor que se empañó al final, con un pinchazo sin soltar que bastó para que el toro se echara primero y se amorcillara después obligándole a descabellar descabalgado.

Con la tarde más embalada después de las actuaciones de sus compañeros, a punto estuvo de obtener una trofeo del cuarto de la tarde, al que le administró una labor sobria, de creciente eco en los tendidos, que remató de un defectuoso rejonazo trasero. El personal se lo agradeció.

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