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Vivir del chiste

Hacía ya tiempo que no teníamos un chiste que llevarnos a la boca, como aquellos del AVE antes de que el AVE volara, y menos mal que llegó a salvarnos de la sequía el socavón del Metro: ahora ya podemos volver a inventárnoslos para que otros los cuenten.

el 15 sep 2009 / 19:12 h.

Hacía ya tiempo que no teníamos un chiste que llevarnos a la boca, como aquellos del AVE antes de que el AVE volara, y menos mal que llegó a salvarnos de la sequía el socavón del Metro: ahora ya podemos volver a inventárnoslos para que otros los cuenten. El sábado me fui con mis nietos a jugar en el laberinto de los jardines del Alcázar y de vuelta, junto a la fuente de Neptuno, escucho a una pareja joven -y forastera por el acento- preguntar a la de edad madura que la acompañaba: oye, ¿es verdad que el tranvía ya ha descarrilado dos veces? La contestación fue: sí; es que con la velocidad pilló una cáscara de cacahuete.

Un chiste, aunque sea malo, es lo que nos va y, a lo mejor, lo que siempre nos ha ido. Somos así de chulos. Ya Cervantes ponía como copla de las mocitas aquella de Por un sevillano/ Rufo a lo valón/ tengo socarrado/ yo mi corazón, mucho más cerca de nosotros, Estébanez Calderón contaba la historia de Manolito Gázquez, el rey de la hipérbole, y hasta Paquiro, al dar reglas para el público en la plaza permitía echar mano de los chistes con que ameniza la diversión el ponderativo andaluz. O sea, que, efectivamente, el chascarrillo nos distinguió a lo largo de la historia.

La verdad es que vino bien cuando no se tenía otra cosa y, en épocas en las que no había otro remedio que vender exotismo, vendíamos chistes para vivir. Hoy Sevilla, igual que antes, sigue siendo una ciudad hermosa pero, como las de nuestro tiempo, se equipa con los servicios que tienen todas las que viven a compás del desarrollo. El Metro de Sevilla ni es distinto del de las demás, ni en su construcción han ocurrido percances que en las otras no ocurrieran. No necesitamos vivir de los chistes; tenemos más cosas: un pasado repleto de momentos cumbres y un patrimonio monumental envidiable.

Antonio Zoido es escritor e historiador

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