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Vivir en urbanizaciones fantasmas

La estampa de miles de banderolas anunciando promociones en el Aljarafe y en otras áreas de expansión de la Gran Sevilla deja paso a otra bien diferente: urbanizaciones apenas pobladas o a medio terminar donde hay más carteles de "se vende" que vecinos. (Foto: El Correo)

el 15 sep 2009 / 05:53 h.

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La estampa de miles de banderolas anunciando promociones en el Aljarafe y en otras áreas de expansión de la Gran Sevilla deja paso a otra bien diferente: urbanizaciones apenas pobladas o a medio terminar donde hay más carteles de "se vende" que vecinos. La sombra de las urbanizaciones fantasma se cierne sobre el área metropolitana, pese al optimismo de algunos promotores.

El boom inmobiliario sedujo a muchos pueblos que se enzarzaron en una disputa con la Junta de Andalucía para dar base legal a un crecimiento, en muchos casos, desorbitado. Hoy, con el estallido de la burbuja inmobiliaria, son pocos los que persisten en su empeño.

De hecho, algunos pueblos que vivieron la expansión inmobiliaria en primera línea están acusando un exceso de oferta ante futuros compradores que se mantienen expectantes ante una posible caída de los precios. Esto provoca la proliferación de urbanizaciones prácticamente desiertas cuyos vecinos acusan la falta de servicios como supermercados o lugares para el ocio y el esparcimiento.

Desde que trascendieron las imágenes de la urbanización que Francisco Hernando El Pocero levantó en Seseña (Toledo), donde hizo 2.500 de las 13.500 viviendas previstas y sólo viven 750 personas, muchas asociaciones y algunas voces del sector comenzaron a temer que este fenómeno se extendiera.

En Las Pajanosas, una pedanía de Guillena y a unos 17 kilómetros de la capital hispalense, se inauguró hace varios años el complejo Hato Verde, una urbanización de alto nivel con club, pistas de padel y la promesa de un campo de golf, situada en un entorno con gran proyección ante la saturación de la primera corona del área metropolitana. Hoy, se construyen alrededor de 120 viviendas en una nueva fase de Hato Verde -es la quinta- donde hay levantadas ya cerca de 500. Según explicaron desde el departamento de ventas de la promotora, Realia, actualmente "viven unas 200 familias", por lo que la ocupación "ronda el 30%". La explicación de la empresa, y también de algunos de los vecinos, es que muchas viviendas fueron compradas por inversores con la idea de "hacer negocio" y ahora tienen problemas para venderlas y poder sacarle algún beneficio económico.

Situación. José Bobadilla vive en la primera promoción de la urbanización desde hace varios años y cuenta que cuando pasea por las fases posteriores a la suya "se nota que no hay nadie". Dice llevar allí "una vida tranquila" y que aunque "hay pocos niños", sus hijos "hacen amigos en la guardería" ubicada en el corazón de la pedanía, donde "la mayoría son de la misma urbanización". Otro vecino, que prefiere que no trascienda su identidad, se queja de que "no hay farmacias ni tiendas" a pesar de que le dijeron "que iban a construir un centro comercial aquí", por lo que "hay que ir al pueblo para todo".

Paseando por la urbanización, se desemboca en el campo de golf o "club", como indica uno de los pocos vecinos que se encuentran en la calle. En la puerta del complejo, un guardia de seguridad explica desde su garita que "no hay nadie" porque "está cerrado aunque debería llevar un año abierto".

Una situación parecida se vive en la urbanización Mairena Parque, ubicada frente al polígono PISA, en Mairena del Aljarafe, y cuya primera fase se entregó hace unos tres años. Desde la promotora, Gadilsa, explican que las alrededor de 300 viviendas que ya están entregadas se "vendieron en apenas un mes" aunque reconocen que muchas fueron comprados por inversores. Esto explica el hecho de que las fachadas sigan inundadas de carteles de "se vende" y, cada vez más, "se alquila" y que, como asegura una vecina, Catalina Saldariaga, haya "bloques completamente vacíos". Tampoco tienen mucha suerte los locales comerciales ubicados en los bajos, con extensión para "acoger un supermercado o un bar", según esta vecina, que recuerda que no existen en toda la urbanización.

José María Zamora, otro vecino, asegura que "es un buen sitio", aunque cuando llegó hace dos meses se extrañó "de que hubiera tan poca gente".

Pese a este panorama, Gadil

Se está ultimando la que es la tercera fase de la promoción, de unas 150 viviendas. Pese a que desde la promotora no facilitaron datos sobre el estado de las ventas, a pie de obra, un empleado de la constructora aseguró que aún queda por vender "un 40% o un 50% del total".

Después de contactar con uno de los números de particulares que cuelgan de las fachadas, un propietario cuenta que hace seis meses tuvo que poner a la venta su vivienda cuando lo trasladaron "por motivos de trabajo" y que ahora no consigue deshacerse de él a pesar de que bajó el precio consciente de "la crisis y de la cantidad de inmuebles que se venden en la urbanización".

Otra promoción importante, los Jardines de Hércules, en Sevilla, conoce de cerca el término de

urbanización fantasma, ya que hasta hace unos meses, cuentan muchos de sus vecinos, "no había vida". Hace tres años, se entregaron los primeros pisos -hoy son unos 1.000- y buena parte fueron comprados para especular. Del mismo modo, tras una salida repentina de la constructora, la última fase se paró en seco y, aunque se retomó luego y está casi concluida, todavía no está a la venta. Hoy, la situación es distinta y "ya no hay aparcamiento", cuenta Dori García, una vecina.

La vida "está llegando" al barrio, agrega Arturo Tejada, camarero de la Despensa de Hércules, que abrió hace un mes y es uno de los tres bares que hay en la urbanización. Sin embargo, dice que "la mayoría de los clientes siguen siendo albañiles".

María Ávila abrió su peluquería hace dos meses después de más de dos años viviendo allí y asegura que ya tiene "una buena clientela".

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