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Vivir entre la basura... ajena

Una comunidad de propietarios del Polígono San Pablo lleva dos años quejándose de un vecino que amontona suciedad y provoca inundaciones e incendios, pero nadie lo soluciona

el 07 oct 2009 / 20:48 h.

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Detalle del piso de Ricardo, que tienen arrancadas las ventanas.

Ricardo tiene su piso destrozado y lleno de maloliente basura, tira cosas por la ventana, abre el grifo para que el bloque se inunde, martillea de madrugada... una comunidad del Polígono San Pablo lleva dos años denunciando a un vecino que les hace la vida imposible. "Queremos que lo obliguen a curarse antes de que pase algo más grave", insisten.

"Cuando nos enteramos de que un vecino intentó volar un bloque en Las Naciones lo primero que pensamos es que ojalá nosotros no lleguemos a eso", se queja Domingo Vázquez, presidente de esta comunidad de vecinos de la calle Sueño del Patricio, junto a la avenida de la Soleá. Lleva años embarcado en su intento de normalizar la convivencia en el edificio, sin mucho éxito. Ahora el caso está varado en los tribunales.

Los vecinos saben que Ricardo tiene problemas psiquiátricos, porque él mismo les confesó hace años, cuando la situación no era tan crítica, que había abandonado su medicación. Suponen que padece el Síndrome de Diógenes, y por eso acumula bolsas de basura en su domicilio, cuyo olor impregna todo el rellano. Quieren que se le fuerce a recibir tratamiento y a limpiar su casa, "así él llevaría una vida normal y nosotros también".

Ricardo lleva décadas viviendo en el edificio con su madre, pero la situación va a peor desde que hace dos años la mujer se fue a vivir con una hija porque es mayor y necesita cuidados. El hombre, de unos 45 años, ocupó entonces su piso y el de ella -uno en la tercera planta y otro en la cuarta- y su conducta empeoró.

"Yo vivo debajo y este año me ha inundado la casa cuatro veces, más otras que me ha dado tiempo de pedirle que cierre el grifo", cuenta Francisco Delgado, otro vecino. La primera vez que el agua bajó "como una cascada por las escaleras", Ricardo pidió perdón y llamó al seguro para solventar el daño. Pero volvió a ocurrir una semana después, y cuando los fontaneros fueron a su casa vieron la alcachofa de la ducha en el suelo del baño, con el agua saliendo a chorros. La tercera vez lo denunciaron en el juzgado de guardia, pero todo se solventó con un juicio de faltas por daños.

Pero ahí no acaba el suplicio, continúan relatando los vecinos. A eso se suman varias fogatas que los vecinos han logrado atajar a tiempo al ver el humo y que por suerte no han prendido en la basura; el lanzamiento de objetos por la ventana -latas de bebidas llenas, piedras, una sandwichera-, lo que hace pensar a la comunidad que han tenido suerte de que aún nadie haya resultado herido.

Aunque se le ha denunciado "a la Policía, al juzgado, a Bienestar Social, al Defensor del Pueblo... -insiste Domingo-, como no abre la puerta a nadie, todo sigue igual". La Policía ha ido varias veces y los servicios sociales de San Pablo-Santa Justa lo ha visitado "hasta aburrirse", pero no los recibe. El caso está en los tribunales: los vecinos quieren que un juez obligue a que, al menos, los servicios sociales -o Lipasam, por la cantidad de basura- limpien los pisos.

Pero Ricardo ya ni siquiera les abre cuando van a quejarse de que hace ruido de madrugada -ha echado abajo los tabiques del piso de su madre a golpes, casi siempre de noche-. Incluso ha arrancado el pulsador del timbre "para que nadie lo moleste". Los vecinos temen que el día que decida salir sea para causar una desgracia.

"Me quedé sin palabras al verlo saltar entre la suciedad". Domingo no olvida el día que fue a cobrarle un recibo de la comunidad y Ricardo se adentró en su piso a por el dinero "saltando las montañas de basura podrida y los colchones que tenía en el suelo". A los vecinos les da pena, pero también miedo: "Vivimos esperando una inundación, un incendio, el día que se ponga violento...". Saben que necesita seguimiento psicológico y le insisten a una hermana suya que va a veces, pero "ella se desentiende". "Pero nosotros no podemos ignorarlo. Cada vez que oímos ruido en su piso, temblamos".

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