Alejandro Delmás
Cuando Román apuntilló en Barcelona, las únicas buenas noticias para el Betis llegaban desde Getafe y Huelva. Resulta curiosa la mutación que se ha producido en el equipo verdiblanco tras la marcha de Chaparro: lo que antes era desbandada en busca de la portería contraria sin orden ni concierto, se convierte ahora en sobredosis de concierto y orden. Es probable, nadie puede saberlo, que con Chaparro tampoco se hubiese puntuado ante el Espanyol, pero también es bastante probable que, con el depuesto trianero al frente, el Betis habría hecho algún gol tras abrir el partido con gol en contra. Y es seguro que, con Chaparro, en la primera vuelta, el Betis también dejó escapar un triunfo clarísimo ante este mismo Espanyol, cuando gobernaba por 1-0 y con un jugador de ventaja.
Sí es absolutamente seguro también que, a estas alturas de una película que ya enfila el desenlace, el Betis se ha metido en un buen drama: y hasta el final, cabe añadir. Aunque los resbalones de Getafe y Recreativo proporcionan cierto respiro a los hombres de Nogués, el descenso sigue ahí, asomando las orejas, con el Espanyol ya siempre arriba en caso de empate a puntos al final, y con toda suerte de amenazas a la vista. En el punto en que se está, sólo cabe comparar la situación con el comienzo del quinto set de un partido de tenis. Ni aunque te llames Nadal puedes estar seguro de que vas a ganar ese quinto set. Mucho menos si te llamas Real Betis Balompié, flor de la raza calé, con todo lo que ha visto y lo que aún tiene por ver.
Puede plantearse ahora si Lopera erró en mantener tanto tiempo a Chaparro o, desde otra banda, si el amo del Betis tendría que haber aguantado hasta el fin a su entrenador inicial. En esta hora, eso son vanidades y ventajismos. Lo que hay es que el Betis está metido en un lío fenomenal, abocado a buscar la salvación hasta el último partido, como en las últimas tres ligas. Esto es lo que hay: drama, y drama hasta el final.