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Ya no hace tanto calor en el infierno del Betis

el 25 dic 2010 / 17:45 h.

El Betis comenzó 2010 en Segunda y empezará 2011 en Segunda, pero muy poco o nada tiene que ver el estado de ánimo del beticismo al principio del año con lo que siente ahora. El primer partido del año no pudo ser más significativo: en casa, ante el Huesca, recién ascendido de Segunda B, el Betis perdió dos puntos en el descuento. A finales de enero, el equipo no estaba ni en la zona de ascenso y el club destituyó a Antonio Tapia para llamar a Víctor Fernández. Lo hizo muy bien el maño, pero el ascenso se le escapó en la penúltima jornada, en Salamanca, y el Betis, a día de hoy, continúa sin estar en Primera. La moral del bético, sin embargo, vive su mejor momento desde que ganó una Copa del Rey y disfrutó de la Liga de Campeones. El Betis, ahora de Pepe Mel, es líder de Segunda con unos números maravillosos y el club ya no está en manos de Manuel Ruiz de Lopera sino de Rafael Gordillo.

Las cosas han cambiado una barbaridad en el Betis en apenas unos meses. Si 2009 ya fue un año traumático (el descenso, la manifestación del 15-J...), 2010 ha resultado ser mucho más intenso y decisivo. El no ascenso precipitó todo. Tres semanas después del fiasco deportivo, Lopera anunció la venta del paquete accionarial de Farusa a un misterioso grupo llamado Bitton Sport al que representaba Luis Oliver, un empresario navarro que antes había dirigido el Xerez y el Cartagena. Cuatro días más tarde, el nuevo Betis fichó a Pepe Mel. A la semana siguiente, Lopera declaró durante todo el día ante la jueza Mercedes Alaya. En marzo, los peritos de Hacienda habían entregado su primer informe y habían llegado a la conclusión de que el empresario de El Fontanal había causado al Betis un perjuicio de 12,4 millones de euros sólo entre 1993 y 1998. Y 48 horas después de aquella vista, el 16 de julio, la magistrada dictamina las medidas cautelares que vuelven todo del revés: suspendió la venta de las acciones de Lopera y ordenó la administración judicial de esos títulos, para lo cual nombró a tres hombres, entre ellos Rafael Gordillo.

A partir de julio, el Betis fue otro. El ex jugador, en compañía del luego fallecido Juan Manuel Gómez Porrúa y Luis Ruiz de Huidobro, pasaba a tener el 51,34% del capital social del club, aunque el poder continuó en manos del consejo de administración... y de Oliver. El navarro, un experto en asuntos mercantiles con empresas en crisis, se aseguró su continuidad en la entidad comprando unas pocas acciones gracias a la mediación del aún presidente José León (proceso del que duda la jueza, por cierto) y a partir de ahí emprendió un mandato de cinco meses en los que hizo todo lo posible por que se le desvinculara de Lopera. Cambió el nombre al estadio, acabó la ciudad deportiva, presumió de que el proyecto deportivo era suyo... Pero siempre bajo sospecha, con más sombras que certezas. Sólo al final se reveló que Mario Conde era uno de los famosos “inversores” que había detrás de Bitton.

Entre julio y diciembre, el Betis fue otro. A partir del 13-D, también. Ese día se celebró la junta de accionistas que en su día solicitó Por Nuestro Betis ante el Juzgado de lo Mercantil y la era Oliver alcanzó su punto y seguido o final. Mientras la Audiencia Provincial no se pronuncie sobre las medidas cautelares de la jueza Alaya, el club de Heliópolis y el beticismo están en manos de Rafael Gordillo. Con él, los béticos sienten que en su infierno deportivo (Segunda) y económico (85 millones de deuda) ya no hace tanto calor.

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