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Ya quisiera ser un marahá

Después de 18 años de ejercicio profesional y yo sin enterarme que en este país quienes mandan son los jueces, 18 años de vida como un paria trabajador y servidor público, sin saber que por el mero hecho de haber sacado las oposiciones a judicatura...

el 15 sep 2009 / 03:06 h.

Después de 18 años de ejercicio profesional y yo sin enterarme que en este país quienes mandan son los jueces, 18 años de vida como un paria trabajador y servidor público, sin saber que por el mero hecho de haber sacado las oposiciones a judicatura, tenía el privilegio de haber vivido como un auténtico marahá. Tanto tiempo desconociendo que mis decisiones son inobjetables y que ostento un poder omnímodo, superior al de presidentes, ministros, consejeros y alcaldes. Y todo ello en un país donde casi nadie asume responsabilidades, a excepción, eso sí, de esos jueces inabordables, que no gozan, como los representantes de los otros poderes del Estado, del parapeto de antejuicios y suplicatorios, y a los que cualquiera puede denunciar, denigrar y exhibir su imagen para escarnio popular.

Porque, se ha de saber que el Consejo es el órgano de gobierno que más controla y sanciona disciplinariamente, una media de 25 sanciones al año, lo que demuestra más profesionalidad que corporativismo, y lo que desde luego no se corresponde con la condescendencia, por no decir, manifiesta impunidad con la que se desarrollan otras tareas de responsabilidad, comenzando por algunos que se autodenominan periodistas, a los que les gustaría hacer de jueces, y que se amparan en la libertad de expresión y en la confidencialidad de sus fuentes. ¡Dios nos librara de decir disparates semejantes en una Sentencia!

Así pues, tantos años haciendo el imbécil, pagándome hasta el parking en mi puesto de trabajo, sin coche oficial ni chófer, con un sueldo del que se ríen amigos míos que hicieron otro tipo de oposiciones, y cuando en feria se me deniega el aparcamiento reservado a prensa y autoridades, porque allí aparca hasta la peluquera del Ayuntamiento.

O eso, o quizás el imbécil sea quien gratuitamente hace esas afirmaciones, lo que no me atrevería, desde luego, a espetarle en una resolución judicial.

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