En la vida uno puede pasar de héroe a villano en muy poco tiempo. En el fútbol, en apenas segundos. La extensísima historia del Sevilla FC contiene episodios de todos los colores referentes a jugadores que pasaron de ser idolatrados por la hinchada a ser expulsados del olimpo del sevillismo. Con el fútbol moderno, este tipo de historias han proliferado, pues el amor a unos colores apenas reluce en la actualidad, ni siquiera en los futbolistas formados en las canteras. El caso Vitolo y su huida hacia el Atlético de Madrid cuando había renovado su compromiso con el Sevilla horas antes quizás haya batido todos los récords en este sentido. No se recuerda en el fútbol español un asunto similar. Quizás el de Figo en 2000, cuando cambió el Barcelona por el eterno rival, el Madrid.
Ahora Vitolo ha cambiado el Sevilla por el Atlético, casi eternos rivales más allá de coincidencias en objetivos deportivos, como ha sucedido en las últimas décadas. El conjunto colchonero es uno de los equipos que mayor antipatía han despertado en Nervión desde los años 90, por encima casi del Real Madrid. El caso es que Vitolo, además, huyó –literalmente– cuando en el Sevilla esperaban su llegada para estampar la firma en el nuevo y suculento contrato. Nacía un nuevo ángel caído del cielo de Nervión, que jamás le perdonará la dolorosa traición.
Vitolo se une a una lista en la que están, en mayor o menor medida, exsevillistas como Sergio Ramos, José Mari, Perotti, Fazio o Juande Ramos. Pero son más los que en su momento no fueron capaces de salir por la puerta grande del club blanquirrojo, aunque ahora puedan regresar al Sánchez-Pizjuán sin ser mal recibidos. A principios de los 90 uno de los mejores delanteros de la historia sevillista, Anton Polster, tiraba la camiseta al suelo y sellaba su salida del equipo por la puerta de atrás. Diego Armando Maradona acabó siendo sancionado por Luis Cuervas y abandonando el Sevilla también por la gatera. Daniel Alves, que sí sigue en los altares del sevillismo, estuvo a punto de abandonarlo cuando se negó a enfundarse la camiseta del Sevilla en un play off de la Champions ante el AEK de Atenas para poder marcharse al Chelsea. O incluso canteranos sevillistas como el hoy jugador del Betis Barragán, Luque o Ayala, que no renovaron sus contratos para irse al extranjero.
En cada uno de esos casos hay condicionantes diferentes. Lo de Polster fue un arrebato tras ser sustituido por Vicente Cantatore en un Real Sociedad-Sevilla de la temporada 1990-91. El técnico lo apartó del equipo por tirar la camiseta. El austríaco, hoy plenamente reconciliado con el sevillismo, no quiso renovar su contrato y acabó marchándose al Logroñés, un equipo de menor entidad que el Sevilla. Hoy sigue siendo el jugador que más goles ha marcado con la camiseta del Sevilla en una Liga: 33. Con Maradona pasó algo parecido, ya que insultó gravemente a Bilardo, el entrenador, tras ser sustituido ante el Burgos en la temporada 1992-93. La relación de amor-odio con el técnico –y con toda la humanidad– fue el detonante para su salida. Aquel fue el último partido de Maradona con el escudo del Sevilla, que incluso lo sancionó por varios actos de indisciplina.
Dos de los casos más sangrantes ocurrieron ya en el siglo XXI. La salida de Sergio Ramos hacia el Real Madrid en 2005 dejó un tremendo malestar en la afición sevillista, que había escuchado hasta la saciedad de boca del defensa que quería seguir en Nervión sobre todo en la temporada del Centenario, la 2005-06. Sergio Ramos la empezó, pero a finales de agosto decidió marcharse al Real, donde hoy sigue siendo capitán general. Sus visitas al Sánchez-Pizjuán siempre han generado unos pitos –e insultos– que eran ya casi residuales hasta que en enero pasado el jugador se encaró con quienes aún seguían insultándole –los Biris– y generó la indignación de toda la hinchada, que veía cómo de nuevo quería marcarle –y lo hizo con un penalti a lo Panenka– un gol al Sevilla en un encuentro casi decidido. El episodio parece carecer ya de solución alguna para los restos. Dos años después le tocó el turno al entrenador Juande Ramos, uno de los grandes artífices de los cinco títulos que ganó el Sevilla –y se perdió Sergio Ramos– entre 2006 y 2007. Se marchó casi sin previo aviso a mitad de la temporada para aceptar una jugosa oferta económica del Tottenham. El agravante todos los recuerdan: el Sevilla estaba aún grogui tras la muerte de Antonio Puerta y pululaba por los puestos bajos de la clasificación. Fue recibido, ya como técnico del Madrid, con una lluvia de billetes falsos.
Curioso fueron los casos de Perotti y Fazio. El primero se tuvo que ir tras enfrentarse a los Biris por unos problemas personales y el desafío que le hizo a esa parte de la grada tras un gol. El segundo se fue pagando su cláusula cuando negociaba la renovación –en su fugaz regreso, temporadas más tarde, no pudo jugar un solo partido en el Sánchez-Pizjuán–. Otro jugador señalado por el sevillismo es el ya retirado José Mari, esperanza de la cantera en un momento de crisis total en el club –descenso a la Segunda incluido–. Su negativa a renovar por el Sevilla para marcharse por sólo 150 millones de pesetas (900.000 euros) al Atlético de Madrid –otra vez el Atlético...– causó un malestar tremendo que ni siquiera el posterior paso del delantero por el Real Betis igualó. También salieron por la gatera otros canteranos formados en la Carretera de Utrera sin ni siquiera debutar y rechazando contratos profesionales: Antonio Luque (Inter de Milán), Daniel Ayala (Liverpool) o el hoy jugador del Betis Antonio Barragán (Liverpool). Y es que a Nervión se le traiciona una sola vez.