No habrá más funciones en 2018. La del pasado 29 de junio en la Feria Real de Algeciras ha sido la primera, única y última corrida de toros del año del imprevisible diestro madrileño que, según apuntaba el periodista salmantino Javier Hernández, habría “liberado” todos los toros reseñados por su equipo de campo –de Núñez del Cuvillo y Victoriano del Río- para afrontar nuevos e hipotéticos compromisos.
Así se ha hecho eco la edición digital de El Mundoconfirmando que el hombre de confianza del torero, el escritor catalán Salvador Boix, habría contactado con los empresarios Toño Matilla y Simón Casas para desestimar cualquier aparición del torero de Galapagar en sus plazas. En los corrillos taurinos se daba por hecho que Tomás volvería este año a Nimes por la vendimia. También se había especulado con su presencia en Valladolid, última plaza que pisó en España antes de volver a enfundarse el vestido de torear en Algeciras. Visto lo visto, no habrá ni una ni otra pero las preguntas, una vez más, siguen siendo las mismas: ¿Habrá una próxima vez? ¿Cuándo y dónde?
El compromiso de Algeciras se saldó con un gran éxito artístico y organizativo por parte del emergente empresario sevillano José María Garzón. Tomás colmó las expectativas de los aficionados que habían peregrinado al Campo de Gibraltar al calor de su irresistible aura. El diestro madrileño salió a hombros junto a Miguel Ángel Perera, que firmó una de las mejores faenas de su vida a un gran toro de Jandilla que fue indultado. A partir de ahí, se mantenía la duda. Ahora se han despejado.
Decíamos que la de Algeciras fue, además, su primera actuación en público después de actuar en la corrida coral organizada en la Monumental de México el 12 de diciembre de 2017 a beneficio de las víctimas de los terremotos que asolaron el país azteca. Antes había actuado en España por última en septiembre de 2016, en el ruedo de Valladolid.
Ese año sólo cumplió siete funciones después de dejar 2015 casi en blanco, limitándose a una única comparecencia en el coso mexicano de Aguascalientes. Era el mismo ruedo en el que estuvo a punto de perder la vida en abril de 2010 abriendo, de paso, la penúltima etapa vital y taurina en su intrasferible carrera. Antes de la brutal cornada del toro ‘Navegante’, que pudo ser su verdugo, José Tomás ya era un torero de culto que había manejado como nadie los tiempos y hasta una extraña -y efectiva- política de comunicación basada en no decir nada. Pero desde entonces es una leyenda viva que ha espaciado al límite sus comparecencias públicas para seguir convirtiendo cada una de sus salidas a la palestra en una ocasión única.
Pero hay que seguir dándole a la moviola: José Tomás reapareció en la Feria de Julio de Valencia de 2011, un año después del gravísimo percance mexicano, en medio de un clima de impresionante expectación. Aquella temporada se redujo a nueve funciones y tampoco fue demasiado pródiga en triunfos. Hay que anotar que la cerró en la clausura de la Monumental de Barcelona, que permanece cerrada a pesar del estéril recurso ganado en el Constitucional. El diestro madrileño toreó mucho menos en 2012, tan sólo tres corridas de toros en las que incluyó la mitificada encerrona nimeña que marcaría la cumbre de este tramo de su vida torera. 2013 quedó en barbecho y cuatro fueron las corridas apuntadas en 2014, que se redujeron a una sola en 2015: la nombrada reaparición en Aguascalientes.
Tomás ya ha rebasado de largo las dos décadas de una alternativa que tomó, precisamente, el 10 de diciembre de 1995 en México, su segunda casa y el lugar en el que ha estado a punto de morir dos veces. Hay que recordar el cornadón de Autlán de la Grana, en enero de 1996. Aquel brutal percance -como en Aguascalientes- obligó a hacerle varias transfusiones de sangre para salvar su vida. Pero aún no se había convertido en la leyenda que hoy es y la sangre derramada no se rodeó del despliegue literario que siguió a la cornada de Aguascalientes. Eso sí: su totemización había empezado después del paréntesis que siguió a su marcha en 2002.
A partir de ese año, la hipotética reaparición de José Tomás se convirtió en la comidilla de los inviernos hasta que, sorprendiendo a todos, decidió volver a vestirse de luces un lustro después de desaparecer de la escena pública. Lo hizo llenando hasta los topes la Monumental de Barcelona el 17 de junio de 2007 iniciando una nueva etapa de su trayectoria marcada por la cuidada elección de las plazas, el ganado y los compañeros y el escaso número de paseíllos cumplidos desde entonces, casi siempre fuera de los cosos de mayor trascendencia y, siempre, lejos de la Maestranza sevillana. Ha pasado el tiempo y cada una de sus actuaciones es también una menos para el fundido a negro que se producirá cualquier día, en cualquier plaza y sin anuncio previo. No habrá más tardes en 2018. Un día, sin saberlo, llegará el eclipse definitivo. Si es que no ha llegado ya.