A Muñoz Seca no le quitaron el miedo

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Álvaro Romero @aromerobernal1
27 nov 2017 / 22:10 h - Actualizado: 27 nov 2017 / 22:12 h.
"Viéndolas venir"

Pedro Muñoz Seca estuvo en la escuela con Juan Ramón Jiménez, se casó con una cubana y se estrenó como dramaturgo el año en que aquí perdimos Cuba y mucho más. Inventó un subgénero teatral, la astracanada, consistente en la constante creación de disparates para que el público se desternillase de risa. Cuando Joselito y Belmonte eran las glorias del espectáculo de la época, a plaza abierta, Pedro Muñoz Seca (de El Puerto de Santa María, como Alberti) y Pedro Pérez Fernández (de Los Palacios, como Romero Murube) firmaban a cuatro manos los éxitos más rotundos del teatro español de aquellos mismos años, entre los que destaca La venganza de Don Mendo, entre más de doscientos. Tanto talento y oficio llegó a demostrar, que el mismísimo Valle-Inclán lo bautizó como «monumental autor de teatro». El propio Benavente, el colega que consigue el Nobel de Literatura, sentenciará tantos años después: «A Muñoz Seca no lo mató la barbarie, lo mató la envidia». Y, en efecto, lo asesinaron tal día como hoy de 1936.

Ocurrió como una astracanada más en aquellos meses del peor surrealismo. Estaba en Barcelona por el estreno de su última obra cuando un actor le aconsejó salirse del hotel en el que se hospedaba para que se alojara en su casa. Y allí lo detuvieron los anarcosindicalistas para que fuera fusilado con todo el paripé de por medio: acusarlo de monárquico, fascista y católico, llevarlo a Paracuellos del Jarama y fusilarlo. En rigor, no soportaron su humor inteligente, capaz de reírse hasta de la República, en obras como Anacleto se divorcia o La voz de su amo. Dicen que la risa no hace mal a nadie. Excepto a él, que tuvo que confesarles a sus verdugos: «Podéis quitarme el reloj, la cartera o las llaves y hasta la vida. Pero hay una cosa que no podéis quitarme: el miedo que tengo». Ese mismo miedo sobrevive hoy, en plena Democracia, cuando tantos maniqueos de la política bajuna se postulan con el máximo mandamiento de conmigo o contra mí.