Belleza

Sí, indudablemente, la belleza es algo físico, es algo que se puede ver, se puede sentir, nos deleita... pero ese algo es el reflejo de un intangible, del cómo se es por dentro

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02 jun 2018 / 16:38 h - Actualizado: 02 jun 2018 / 20:47 h.
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Me encantan los clásicos! Sócrates, Platón... Es alucinante ver como, con el transcurrir de los siglos, muchas de sus ideas continúan vigentes; quizás sea porque la naturaleza humana, si bien evoluciona en su forma, sigue conservando su esencia (y los ideales, de moda entonces, de bondad, belleza, decencia... si bien escasos, siguen siendo apreciados hoy para enriquecer nuestra experiencia). En nuestros días se rinde un culto especial a la belleza, está por todas partes: cremas antiaging, dietas expréss, proliferación de gimnasios, batidos detox, ensalzamiento de la figura de los modelos, trastornos psicológicos y alimenticios causados por imitarlos... Claramente asimilamos la belleza a un valor estético, tangible y así desvirtuamos el concepto, cargándonos la parte más interesante de la idea de lo bello.

Sí, indudablemente, la belleza es algo físico, es algo que se puede ver, se puede sentir, nos deleita... pero ese algo es el reflejo de un intangible, del cómo se es por dentro (y no voy a contarte el cuento de La Bella y la Bestia, te hablo de algo que es sabido desde los tiempos de Platón pero parece que a veces se nos olvida...). Esto se ve fácilmente con un ejemplo cotidiano: esta mañana fuí a hacerme un zumo, cogí dos magníficas naranjas que nada más por el color y el olor que desprendían, te invitaban a saborearlas... ¿cómo estaba el zumo? ¡exquisito! (el aspecto exterior de la naranja era un anuncio de lo que me esperaba al degustarla); luego, me dí cuenta de que en el fondo del cesto había una naranja pocha: había perdido forma, estaba blanducha al tacto y una parte había empezado a coger moho ¿tú hubieras hecho zumo con esa naranja? pues yo tampoco lo hice (en este caso su mala apariencia era la antesala de un interior lleno de bacterias).

El esplendor de la verdad

Platón definía la belleza como «el esplendor de la verdad», siendo también conciente de su vertiente física, ponía más el foco en la parte intangible de la belleza asimilándola a lo más auténtico del ser humano: la bondad, la sabiduría, el sentido; de tal forma que lo bello resultaba ser la suma de algo que era bueno, que contribuía a enriquecer nuestros conocimientos y por supuesto, ese algo servía para cumplir un propósito, era leal a un fin.

Volviendo a las naranjas, nosotros parecemos olvidar la esencia del concepto belleza (bondad, sabiduría, sentido) y cuando vemos una naranja maravillosa nos limitamos a decir: ¡qué bonita! y ni la probamos (perdiéndonos directamente la mejor parte), incluso hay quien piensa que, si luce así de bien «¡algún truco tendrá! probablemente estará envenenada», y pasan de largo, como si nada, dejando la deliciosa fruta abandonada...

Atraer y enamorar

Entonces, si la belleza es el reflejo físico de la bondad, la sabiduría y el sentido, cabría preguntarse: ¿qué nos enseña la belleza? ¿a qué propósito sirve? ¿por qué hay bondad en ella? reflexionando sobre estas cuestiones quizás estemos algo más cerca de desvelar el misterio que ha cautivado, por generaciones, a mentes y corazones (sin hacer distinciones). Afirmaba Ortega y Gasset que: «La belleza que atrae rara vez coincide con la belleza que enamora» y es que la belleza que atrae (la apariencia) tiene su interés ¡claro que lo tiene! pero la apariencia es sólo la publicista de la esencia: cumple su función de llamar la atención pero para que se establezca una genuina conexión tienes que profundizar en la belleza que enamora, la CEO de la humanidad, la que maneja el cotarro (mientras que otros deciden coger un tremende catarro al quedar al abrigo de lo superfluo). En la vida, como en los negocios, no basta con captar (atraer) sino que hay que saber fidelizar (enamorar) para crear beneficios que, de un modo sostenible, se puedan disfrutar.

The Best es Llenarse de nobleza

En una de las películas favoritas de mi infancia, Anne The Green Gables, la protagonista planteaba: «¿Qué es mejor: ser inteligente o ser atractiva?». A la luz de lo que dijo Platón, estoy convencida de que no existe tal disyuntiva, ¡la inteligencia es bella! cumple con los criterios de bondad, sabiduría y sentido: la inteligencia es buena para la humanidad, te llena de aprendizajes y es tremendamente útil. Quedarse con la publicista de la esencia (la belleza que atrae, la apariencia) sin profundizar en la experiencia... sería una negligencia, porque, a la larga, tu mente, tu corazón, tu alma... se quedarían en la indigencia.

¿Cuál es el secreto de la BELLEZA? ¡The BEst es LLEnarse de nobleZA!, es decir, lo mejor es que estés pleno de autenticidad porque la humana grandeza radica en el corazón y en la cabeza que no se prestan a bajezas (es decir, son buenos), que disfrutan y aprenden con destreza (sabiduría) y que trabajan en pro de sus objetivos con firmeza (sentido). Repito: ¡The BEst es LLEnarse de nobleZA! y recuerda que en la vida es fundamental conjugar dos verbos: ser y estar –en ese orden– porque si eres bueno... ¡estarás bueno! (y tu progreso no tendrá freno).