La vida del revés

Calvos y gordas en verano

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25 jun 2019 / 07:00 h - Actualizado: 24 jun 2019 / 23:48 h.
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  • Escultura de Fernando Botero. / Foto Alcaldía de Bucaramanga
    Escultura de Fernando Botero. / Foto Alcaldía de Bucaramanga

Llega el verano y, con él, el ansia por gustar. Dietas de adelgazamiento, retoques en clínicas estéticas, carreras por el parque a riesgo de quedarse en el sitio y distintas estrategias para llegar a la piscina o a la playa con unos gramos menos.

Queremos gustar. Eso está muy bien. Pero ¿nos gustamos a nosotros mismos? Desde luego que no. Queremos que nos quieran aunque no sabemos querernos a nosotros mismos. Por esto nos dejamos operar, por eso dejamos de comer. Deseamos gustar y ser más queridos. Siempre en busca del cariño que no encontramos en nuestro interior.

Pero sentirse mejor con el aspecto físico es poca cosa si tienes la cabeza llena de rechazo a ti mismo. Nos gastamos cantidades indecentes en ropa que disimule ese michelín o esa barriga flácida. Pero seguimos teniendo unos kilos de más. Vamos echando parches a nuestro aspecto con la excusa de agradarnos si miramos un espejo y así ser más felices. Pero terminamos en el punto de partida. No nos gustamos. Somos infelices.

Me gustan las mujeres y los hombres que no ocultan fotografías en las que no salen favorecidos. Me gustan las mujeres y los hombres que asumen la edad como algo estupendo y no como el fin del mundo. Me gustan las mujeres y los hombres que presumen del cuerpo que tienen sea cual sea. A esas no les hace falta prótesis de ningún tipo porque tienen la cabeza en su sitio.

Me produce cierto estupor ver cómo, después de una operación, un tipo al que conozco hace años se ha convertido en un muñeco de cartón piedra. Me gustan los que tengo alrededor sólo hasta que se dejan la cara estirada de forma artificial o aparecen con tres tallas más de sujetador.

Ya sé que hay gente con verdaderos problemas. Y ya sé que muchos de esos problemas pueden estar motivados por el aspecto físico. Pero, finalmente, a cualquiera de nosotros lo que nos tienen que enseñar es otra cosa. A querernos tal y como somos, a buscar dentro y no fuera. Cuando alguien se enamora de sí mismo, tarde o temprano, es amado por otro. Y quedará prendado de sus arrugas, de su pecho e incluso de la calva o la barriga.