Se conoce en el argot bursátil como cisnes negros a los eventos que, pese a que pueden ocurrir, son enormemente improbables que lleguen a darse. Un cisne negro es un evento impredecible y por ello, inesperado y, suele tener consecuencias considerables en el devenir de los mercados financieros. Posteriormente a que se dé un cisne negro, suelen aparecer elaborados razonamientos lógicos para demostrar que no hubiera sido demasiado difícil vaticinarlo.
Fue Nassim Taleb, en el año 2007 el que formuló la teoría de los cisnes negros. Aunque se trata de sucesos que ocurren muy de cuando en cuando, sería verdaderamente irresponsable por el inversor ignorarlos y que quedar atrapado en uno de ellos, puede conducir a que incurra en pérdidas que pueden ser irrecuperables.
El inversor ha de tener muy presente que, psicológicamente, cuando un evento es altamente improbable que ocurra, nuestra reacción suele ser olvidarnos del asunto y no pensar en ello nunca más. Este olvido, en los mercados bursátiles, puede tener consecuencias catastróficas para el inversor y para su patrimonio. Hay que tener en cuenta, que el hecho de que un evento que pueda denominarse cisne negro se produzca únicamente una vez cada diez o quince años no implica que sea irrelevante para los intereses de los inversores. Esto implica que el inversor tenga que dedicar al menos una pequeña parte de su esfuerzo a controlar aspectos que, por regla general, no se van a traducir en ningún beneficio económico, pero que son fundamentales para sobrevivir en Bolsa en el largo plazo.
Ningún inversor está exento de verse atrapado por un cisne negro. Por ello, para minimizar el impacto en su patrimonio, debe llevar a cabo una estricta gestión monetaria y arriesgar el mínimo porcentaje posible en cada una de las operativas que lleve a cabo.
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