Cortés Elvira

Image
21 sep 2017 / 23:07 h - Actualizado: 21 sep 2017 / 23:10 h.

Me prometí no escribir sobre deporte. Ni tener la tentación de rememorar las miserias de esos deportistas que admiráis.

Hoy rompo esa promesa para escribir sobre un amigo. Un amigo que está siendo zaherido por diversos medios, de esos que guardan rencores y ajustician; y por periodistas mediocres que nunca serán reconocidos públicamente. Es paradójico que alguno de ese sanedrín aparezca en algún sumario judicial o esté a sueldo de quien lidera la ultraderecha que intenta apropiarse del deporte.

Rafa Cortés es mi amigo. Sí. Lo confieso.

Mi amistad con él no data del tiempo en que el destino me castigó con darme lo que soñaba, que buen precio he pagado por ello.

En 2015, Rafa tomó la decisión, en unas Jornadas en Barcelona que habían sido prohibidas por el Consejo Superior de Deportes, de no dejarme solo. Junto a él estuvo Maldonado y, más tarde, Alejandro.

Ninguno de ellos era de mezclarse en asuntos ordinarios, pero se conmovieron. Y allí estuvieron a mi lado, cuando sabían que mi suerte ya estaba echada.

En aquellas jornadas Rafa se emocionó al recordar la muerte, días antes, de David Tagua, que fuera director de la Oficina Económica de Zapatero. Sin duda, Tagua debió ser un hombre, iba a poner íntegro, pero no añadiré ningún adjetivo. No hay nada más importante que ser hombre, sin más.

Estos días, que los medios pasan factura, quiero expresar públicamente mi admiración por él. Hay algo en los hombres extraordinarios que distingue y la masa no perdona. Es la capacidad de reinventarse en el dolor. Dolor personal, dolor profesional, dolor humano. En los campos de concentración de Dachau o Mauthasen aún amanecen plantas cuyas semillas se esparcieron durante aquel cautiverio.

Rafa ha pasado por todos los dolores, sin un solo lamento. Aún hoy tiene que soportar fotografías públicas de esa hija a la que venera.

El deporte español es lo que es por lo que ellos hicieron; porque la pelota nunca entra por casualidad.

Cuando arrecia la tempestad movida por el poder –que no siempre coincide con el temporal– no hay un solo faro tras las rocas. Algunos lo llaman cínicamente pérdidas colaterales, pero lo cierto es que son ganancias; lo escaso que te quede, será para siempre.

Rafa es brillante, carismático y tiene un don: desprende vida. Por eso, escribo estas líneas, porque no serán otros quienes pidan la hora. A galopar, hasta enterrarlos en el mar.