Cuando muera, le contaré todo a Dios

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Álvaro Romero @aromerobernal1
16 ene 2017 / 16:01 h - Actualizado: 16 ene 2017 / 16:06 h.
"Viéndolas venir"

Más que el mundo hecho escombros, más que cualquier estampa de un menor desamparado en medio de tantos infiernos como retransmite el telediario, lo más doloroso que he oído en mucho tiempo lo ha dicho un niño sirio antes de morir: «Cuando muera, le contaré todo a Dios».

Me duele la amenaza del pequeño, y el contraste ingenuo de su frasecita, porque la primera parte ha sido científica, empírica, repugnantemente probada, mientras que de la segunda todos albergamos nuestras dudas. Todos menos él. Me duele que un pequeño con tales certezas tuviera que morir; me duele su fe severa; me duelen mis dudas; me duele que al margen de Dios sigan germinando niños en sus mismas circunstancias y malnacidos que los matan; me duele que tanta avaricia no tenga en cuenta ni al niño ni a Dios; me duele que solo a gente como yo nos duelan todos estos dolores, tan para nada.

Me duele profundamente que el niño, desde su escalofriante agonía vital, no se acordara de su papá, del abuelo, de mamá, de nadie de este mundo, sino de una abstracción a la desesperada a la que ni siquiera los adultos nos agarramos con garantías. Me desgarra la confianza del pequeño, su desahogo embargado al más allá, ese aviso tan poco traidor de convertirse en chivato celestial, en cronista difunto y memorioso, en embajador ante el cielo incierto de este mundo ciertamente indigno donde no encontró a nadie no ya que le evitara la muerte segura y sin contemplaciones, sino siquiera un oído solícito para escucharle tanta pena, tanta barbarie, tanta injusticia, tan devastadora impiedad como el niño sirio nos tendría que contar a todos. Y aquí seguimos ahora –él muerto, nosotros vivos-, sin enterarnos de nada, porque la mayor crueldad a la que sometemos a los más desgraciados de la tierra es que solo tengan a Dios para desahogarse tras ser expulsados de aquí.