Como ahora todo tiene su día internacional para que no se nos olvide todo aquello que nos importa un carajo, la semana pasada fue el de las librerías. Y el Ayuntamiento de Sevilla, que está a la que salta, lo jaleó con el siguiente tuit que me temo, por el entrecomillado, que pretende ser una frase célebre: «No dejes de leer porque leer te va a hacer mejor persona». Me recordó a todos esos cursis de las redes sociales que llenan sus perfiles con ilustraciones de jóvenes doncellas vestidas con gasas que devoran poemarios sentadas en el cuerno de la Luna. Se agradece el entusiasmo municipal, pero no. Como sabe cualquier persona que efectivamente lea, y como me apresuré a apuntar en ese momento, los libros no necesariamente te hacen mejor persona. Te hacen descubrir lo que eres. He ahí su grandeza, su importancia, su riesgo, su belleza, su necesidad, su radicalismo, su irreversibilidad y la razón por la que muchos los queman. Se frivoliza mucho con los libros, como con todo. Ahora está de moda también hablar de periodismo como si se tuviera la más remota idea del asunto, y muchos se postulan como pontífices del oficio, porque charlatanes e idiotas siempre ha habido. Ignoran todos ellos que las reseñas, las críticas, los obituarios, los informes, los reportajes, las entrevistas, las crónicas, los artículos... son tan periodismo como la información. Pero claro, para saber esto hace falta mucho más que seguir a tal o cual lumbrera en Twitter. Periodista y escritor, predican muchos de sí mismos. Ojalá leyeran más de lo que escriben. Entonces, posiblemente, los libros sí nos harían mejores personas.