De la codicia al miedo (I)

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14 feb 2018 / 22:58 h - Actualizado: 14 feb 2018 / 22:58 h.

Dos factores psicológicos pueden afectar al inversor bursátil en la medida en que este actúe en el desempeño de su inversión. En sus manos está el evitar caer en este tortuoso camino que, además de minar su salud mental, puede hacerle incurrir en pérdidas en su patrimonio.

Este proceso tiene su comienzo cuando un importante número de inversores adquiere un gran volumen de títulos especulando con su inminente subida. Con este movimiento se produce un desequilibrio entre la oferta y la demanda ya que al existir más compradores, el precio de los títulos tiende a subir.

Como consecuencia del primer repunte en los precios, nuevos inversores fijan su atención en estos títulos ante el convencimiento de un giro al alza y proceden a adquirir nuevos títulos, haciendo crecer el número de compradores.

Como consecuencia de ello, el precio de los títulos sigue creciendo, no solo cuantitativamente sino, además, de una forma más rápida.

Esta fuerte aceleración del precio producida al calor de la gran cantidad de demanda de títulos y consiguiente disminución de oferta de papel para vender acaba por desatar una verdadera fiebre de optimismo entre los inversores. Los volúmenes de contratación se disparan y entonces hace su aparición en el mercado el peor de los pecados bursátiles: la codicia.

Durante un tiempo, los títulos continuarán escalando la senda alcista ayudados por aquellos nuevos inversores –normalmente con pocos conocimientos bursátiles– que, cegados por la codicia, no son capaces de intuir que las cotizaciones nunca alcanzan el cielo y, alguna vez, tienen que caer.

Llegados a este punto, los inversores que compraron al principio del ciclo, empiezan a realizar plusvalías vendiendo sus títulos y con ello, al aparecer las ventas en el mercado, las subidas se cortan de raíz.