Déjate de cuentos

Image
Pepa Violeta Pepavioleta
14 abr 2019 / 11:09 h - Actualizado: 14 abr 2019 / 11:13 h.
  • Déjate de cuentos

La decisión de algunas escuelas en Barcelona de retirar libros sexistas de sus bibliotecas, se ha convertido esta semana en tema estrella de conversación. Varios días, en los que he tenido que leer y escuchar tremendas barbaridades, producto de la ignorancia generalizada, de una contraofensiva patriarcal y un groso importante de señoros que gritan tan alto como su testosterona les permite.

Hay que reconocer, que le han puesto todas las ganas del mundo a la campaña de desprestigio que han iniciado contra el movimiento feminista, que sí ve necesaria una revisión de estos cuentos clásicos. Han trabajado duro para ridiculizarnos, poniendo en duda nuestros criterios y aludiendo una vez más a la tradición, para seguir manteniendo un orden social cada vez más descuajaringado.

Con titulares llamativos, producto de un marketing periodístico bien formulado “Caperucita Roja censurada por sexista”, los voceros nos arrastran para invitarnos a seguir vociferando con ellos. Que en esto de agarrarnos a discursos populistas, vacíos de contenido y descontextualizados, ya nos estamos haciendo expertos en este país.

Serio problema veo, si sólo nos quedamos en titulares amarillistas para construir nuestros discursos cafeteros. Por si fuera poco, metemos más leña al fuego, poniendo en tela de juicio que un centro educativo evalúe su material bibliográfico para hacerlo más igualitario y ajustado al modelo social que necesitamos.

¿Desde cuándo se cuestiona que un fondo bibliotecario sea revisado? Precisamente deberíamos exigir que estas evaluaciones de los textos, con los que educamos a la sociedad venidera, se haga de forma rigurosa y periódica. Vivimos inmersos en una cultura patriarcal, machista y androcentrista, que coloniza y mutila la libertad individual. Bajo los mandatos de género, nos educan a niños y niñas de una forma diferencial. Las graves consecuencias de este tipo de proyección la vemos cada día en los periódicos, cuando hablamos sobre acoso escolar, violaciones sexuales entre menores de edad, violencia, xenofobia...

Caperucita Roja, es uno de los cientos de cuentos con los que hemos ido construyendo nuestras identidades y relaciones personales. Cuando estos relatos de ficción, llegaron para quedarse, los niños y niñas del momento, no tenían otra posibilidad de buscar modelos, que los que aparecían en los cuentos infantiles o lo que veían dentro de su comunidad de iguales. Hoy, en plena era digital tenemos más recursos, pero no parece que el panorama haya cambiado sustancialmente. Esa socialización diferencial de la que hablábamos, nos enraíza y subyuga. A pesar de que el material educativo se multiplica, seguimos enseñando a los niños a comportarte de una forma autoritaria. Haciendo uso de unos privilegios heredados que nadie cuestiona. Por eso se hace imprescindible revisar estos materiales y hacer una limpia. Que nos hayamos educado siempre con este tipo de relatos infantiles, no significa que se haya estado haciendo bien. Quizás, ya es hora de plantearnos un cambio serio y responsable del modelo educativo y del discurso hegemónico. Ese que nos insertan como un chip en nuestro cerebro para que sigamos de forma autómata definiéndonos y marcando las pautas para configurarnos como hombres y mujeres en la sociedad actual.

Debemos ser conscientes, que como sociedad estamos fracasando y que no estamos creando espacios donde desarrollarnos, respetando la diversidad. La violencia se ha extendido como una mancha gigante de alquitrán, que nos deja pegados al suelo y de la que cada vez se hace más difícil escapar. Por eso, ahora que estamos a tiempo, debemos poner el esfuerzo necesario para entre todos y todas, empezar a despegar los pies del suelo. No nos apetecen más caperucitas paseando por las calles de nuestras ciudades, ni lobos escondidos en bosques inhóspitos. No queremos inundar nuestros espacios de lástima, dolor, ni relaciones tóxicas. Este relato en concreto, enseña a las mujeres el tamaño del miedo. Determina las relaciones de poder y las consecuencias de la desobediencia femenina.

Os sugiero lectores/as que olvidéis todos los cuentos que os han ido narrando a lo largo de vuestras vidas y empecéis un viaje apasionante desde la conciencia plena, apostando por un cambio de paradigma educativo. Necesitamos coeducar en otro tipo de valores que nos ayuden a reformular una sociedad más justa e igualitaria. Seguramente, nos cueste encontrar la receta para la deconstrucción. A veces, con tanto ruido ya no sabemos si tenemos que ir a coger el machete para derribar muros, o la cuerda para saltarlos. Cuestionar, nunca será ni cómodo ni fácil, pero sí liberador. Sólo por eso, nos vale la pena dejarnos de cuentos.