Destruir a alguien

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17 mar 2018 / 18:55 h - Actualizado: 17 mar 2018 / 21:41 h.

Nunca supuse que en la democracia por la que tanto luché iba a ser tan fácil destruir la dignidad de una persona por medio de una judicialización de la sociedad. Todos contra todos, más que un estado de derecho, parece una guerra civil larvada.

Una juez y sus continuadores pueden tener a una persona –Ruiz de Lopera– diez años permitiendo que sea señalada por todos como un ladrón y al final esa persona es inocente. ¿Ahora, qué? ¿La juez se va de rositas? Se filtran sumarios a la prensa y aparecen personas imputadas –como en los ERE– que al final mueren –ejemplo, Francisco Mencía, un hombre íntegro que ha muerto manchado por una justicia injusta– o van del abogado defensor al psicólogo durante años –como me dijo Antonio Lara, del IFA, persona, humanista, sensible, servidora de la sociedad– y resulta que también son inocentes. Para destruir a alguien –a mí mismo– basta con que una de mis alumnas declare que la he acosado en una tutoría para que se acabe la carrera académica que tanto me ha costado desarrollar porque primero te detienen, luego preguntan y aunque seas inocente ahí queda la mancha y la sospecha eterna.

Los señores Monteseirín y Torrijos son los únicos con logros importantes para la ciudad en los últimos años. Monteseirín se marchó a Madrid para alejarse de un ambiente asfixiante y ahora ha llegado con nuevos bríos, Torrijos se ha quedado aquí, aguantando el chaparrón de acusaciones arbitrarias de las que también ha sido absuelto. Torrijos es de las personas a las que les debemos las libertades que tenemos, empezando por sus acusadores.

¿Quién les paga ahora daños y perjuicios morales de todo tipo a estas personas y a otras muchas que son y serán? Acudir a los tribunales para que empapelen a alguien es demasiado habitual, «calumnia que algo queda». La exasperante lentitud de la justicia hace el resto, una lentitud que en buena medida es política porque no existe en otros casos. «Jueces progresistas», «jueces conservadores», elegidos por partidos políticos. Pero, ¿qué es esto? Montesquieu a la papelera, la causa que un juez instruye durante años, otro la archiva en meses. ¿Progresistas y conservadores? ¿Ya no tiene la justicia una venda en los ojos? ¿Dónde se desarrolla un juicio en realidad, en la sala o en los despachos y el secretismo? Yo creía que me iba a sentir seguro en la democracia, admiré a Plácido Fernández Viagas, Manuel Rico Lara, Tomás Iglesias, Manuel Ramón Alarcón, que me enseñaron el camino a la sensatez. ¿Es racional esta democracia?