Diario de una investidura (III) o la llegada de Boris ‘Destroyer’ Johnson

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23 jul 2019 / 14:04 h - Actualizado: 23 jul 2019 / 22:08 h.
"Pedro Sánchez","Pablo Iglesias","Gabriel Rufián"
  • Gabriel Rufián durante su intervención en la sesión de investidura de Pedro Sánchez / EFE
    Gabriel Rufián durante su intervención en la sesión de investidura de Pedro Sánchez / EFE

Boris Johnson quiere sacar de Europa al Reino Unido. Será el 31 de octubre. Y será con acuerdo o sin él. Y será cuando Europa tiene serias dificultades para mantener un ritmo de crecimiento que permita generar empleo y riqueza. Será en plena desaceleración. El Brexit provocará daños en los mercados que aún no se han descontado y tiene pinta de cataclismo económico y, por tanto, social. Uno más. Se habla poco de ello y mucho del lamentable espectáculo que siguen dando nuestros políticos en el Congreso de los Diputados. Se habla poco del Brexit y mucho de lo que significa la inmediatez en la nueva política española; una inmediatez que llega con la falta de sosiego, con la falta de discusión, con la falta de ideología y de madurez.

Hoy, la cosa iba de preguntar al presidente en funciones: ¿Qué hay de lo mío, Pedro? Los grupos minoritarios han tenido su tiempo de intervención y no han dejado dicho nada sorprendente. Tan solo la actitud de ERC y, en concreto, de su portavoz Gabriel Rufián ha llamado la atención. Sosegada, colaboradora y reivindicativa, pero menos. El resto, lo esperado. Lo más interesante era la intervención de Adriana Lastra. Con ella deberían llegar los gestos, las palabras que hicieran posible el milagro para que su partido y Unidas Podemos llegasen a un acuerdo buscando la formación de un Gobierno de coalición. Por cierto, que parlamentaria tan flojita es esta mujer. Sin garra, con un discurso paupérrimo, una puesta en escena pésima. Utilizaba la señora Lastra, al final de su intervención, unos versos de Ángel González que ha destrozado por completo.

Podemos tenía dos opciones. Votar ‘no’ era una forma de dejar clara su postura dura y robusta aunque el coste de una negativa podría parecer un portazo y una forma de zanjar el asunto. Riesgo máximo puesto que se les podría acusar de impedir un Gobierno de izquierdas. De nuevo. La abstención podría hacer pensar que la postura de Unidas Podemos es más débil en plena negociación aunque el gesto tendría un significado simbólico absoluto; algo así como ‘estamos dispuestos a seguir sentados para negociar’. Ha sido una abstención. No podía ser de otra forma.

Desde el principio está claro que el PSOE no va a ceder la importancia de un Gobierno y menos si es Pablo Iglesias. Y en Unidas Podemos están obligados a decir amén a lo que sea porque es eso o la irrelevancia más absoluta.

Y, mientras, Europa en peligro. Y un futuro algo más gris que antes. Algo que a nuestros políticos les importa más bien poco mientras no esté resuelto el asunto de los sillones.