Educación y Estado de bienestar

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22 jul 2016 / 18:14 h - Actualizado: 22 jul 2016 / 23:51 h.
"Educación"

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Con el término Estado de bienestar (que, francamente, se me antoja que en la práctica cada vez tiene más de Estado, en cuanto a intervencionismo, y menos de bienestar), a veces se pretende, indebidamente pues no es eso, una defensa sin paliativos de lo público.

En este contexto, hay políticos que utilizan la buena prensa del término, para justificar el más absoluto intervencionismo, y no ya la garantía de la recepción de un servicio de forma universal, para todos, sino la necesidad de que el mismo se preste por los poderes públicos directamente y aun de forma única y excluyente, como un monopolio público.

Es lo que tienen las palabras, que no protestan por su uso tendencioso y así se habla de Estado de bienestar encubriendo políticas colectivistas, cuando no directamente comunistas, con la misma alegría con la que Pablo Iglesias dijo, sin pestañear siquiera, que él, ahora, era socialdemócrata.

En este contexto se defiende lo público en la Educación y la Sanidad en los mismos términos, y a esto es a lo que vamos en concreto en este artículo, sin tener en cuenta que hay un elemento diferencial clave: lo ideológico. Mientras que en Sanidad el diagnóstico clínico y aun el tratamiento puede ser objetivo (lo que no exime del debate sobre el tipo de gestión, la asunción de pérdidas económicas en determinados casos, o la elección de quién me presta el servicio, etc.), en Educación es fundamental el elemento ideológico, que no puede excluirse de la educación integral. En Sanidad un centro público o uno privado, podrían prestarme idéntico servicio. En Educación, no. Por eso no cabe que el único modelo sea público y que los padres no puedan elegir, conforme al ejercicio de la libertad de enseñanza, el tipo de educación que quieren para sus hijos, de acuerdo a sus convicciones.

En realidad la Educación está en esto más cerca de los medios de comunicación social que de la Sanidad. Sería como si el Estado o los poderes públicos dijeran que, puesto que ellos ya informan con sus noticiarios y sus medios públicos, no son necesarios los privados. Esto justificaría sobradamente que nos lleváramos las manos a la cabeza, porque es evidente que la información de por sí no es objetiva y que existen opciones políticas e ideológicas, que eufemísticamente se vienen a llamar líneas editoriales de los medios. Lo dicho... como en la Educación. Lo peor, si me apuran, es que este ejemplo tan redomadamente absurdo de control de los medios de comunicación, tampoco es que sea totalmente ficción. Y es que el intervencionismo es insaciable y es enemigo de la libertad.